-Maldita sea- el ex soldado gruñó al escuchar el timbre de la puerta. El ruido lo estaba matando, y esque en ese punto cualquier tipo de sonido era imposible de soportar. En serio, escuchaba cualquier pequeño movimiento e inmediatamente se sentía en estado de alerta de sólo pensar que ese niño podría estar alrededor y a punto de destruir o romper algo…
Ben aún estaba en estado de shock por el simple hecho de estar más estresado por criar a ese horrible niño durante menos de un año que traumatizado por toda la mierda que había sobrevivido durante sus años en la milicia. Y eso sin mencionar que había sido capturado y mantenido cautivo durante un buen tiempo.
-Hola Ben, ¿cómo te va?- La rubia sonriente entró a la casa tan pronto como su hermano le abrió la puerta. Se habían conocido hace apenas alrededor de 5 años, después de que Ben había logrado escapar de los rusos, pero se habían vuelto bastante cercanos… Dinah había crecido en el sistema, de casa hogar en casa hogar, y tampoco es que hubiera tenido otra opción. Su madre había fallecido y el padre de ambos, siendo un maldito viejo que nunca había querido tomar responsabilidad por haber engendrado una hija, no se había aparecido jamás… Después de que Ben la encontrara, ella no estaba dispuesta a dejar ir la oportunidad de tener una familia.
Él tampoco estaba en una situación muy diferente; después de haber finalmente escapado a sus captores, Ben había quedado con dos misiones más: deshacerse de los traidores que le habían tendido la emboscada y encontrar a aquellos que quería conservar en su vida. El hombre se había enterado acerca de la muerte de su padre apenas regresando al país… pero también había averiguado que tenía una hermana… y un hijo.
Sin querer desperdiciar ni un momento, Ben inmediatamente comenzó a buscar ambos. Lamentablemente la situación con uno era mucho mejor que con el otro.
-Jodidamente infernal.- el tipo cerró la puerta después de dejarla entrar. Ben estaba consciente de que lucía patético… era un respetado ex miembro de la milicia, tenía un alto estatus en el ejército y ante el ojo público, su situación financiera era bastante buena… Sin embargo, su casa parecía un basurero, ni él ni el niño se habían bañado en algunos días, él aún traía puestos los pants y la playera que usaba para dormir, había cajas viejas de comida rápida en la cocina, las cortinas estaban cerradas desde hace quién sabe cuándo y había latas medio vacías de cerveza por todo el lugar. Justo entonces no se sentía ni como una sombra de lo que alguna vez había sido. -Estoy plenamente convencido de que, si realmente hay un Dios… Dinah, me está castigando por todo lo malo que alguna vez he hecho.- Definitivamente.
-Oh vamos…-
-No, en serio, ese niño es el maldito demonio en persona.-
-¡Ben, cállate!- ¡Dicho niño los iba a escuchar! Dinah apreciaba a Johnny… el pequeño había estado en sus vidas por casi dos años ya… El primero más que nada con ella (intermitentemente), y recientemente había comenzado a vivir con Ben… ELLA estaba educada e informada acerca de niños afectados por trauma, así que la estancia en su casa había cubierto todas las medidas necesarias… Ben no había estado para nada preparado a pesar de las advertencias que Dinah se había asegurado de darle. -Te va a oír.-
-No, no lo hará, está muy ocupado planeando cómo arruinarme la vida aún más.- Mientras que sí, Ben quería al niño con él, no había manera de negar que la situación se había vuelto una porquería. John podía ser el niño más educado y encantador en alguna reunión o evento… y después llegar a la casa y arreglárselas para que Ben encontrara la televisión rota o las llantas del auto bajas…
-Ben, yo…-
-Sí, sí, ya sé tú me advertiste y me recomendaste todas esas clases y talleres y demás, pero Dinah, aún así no hubiera funcionado. Ese niño es la maldad pura.- Ben estaba casi convencido.
-…No lo es, pero John ha pasado por mucho y necesita demasiada ayuda.-
-Sí, algo así como un exorcismo.-
-…Ben tú has leído los archivos…- con toda la información acerca de John.
El hombre se quejó por lo bajo y se pasó una mano por el rostro. Sí, lo había hecho y lo hacía cada vez que se sentía tentado a asesinar al pequeño imbécil… Los dos, tanto él como su hijo, habían pasado prácticamente por lo mismo; aislados del mundo, torturados, expuestos al mismísimo infierno todos los días, ya fuera en un laboratorio o una pequeña habitación… Sin embargo, él había sido un adulto cuando lo habían capturado… John, por otro lado, había pasado toda su vida en esa situación…
La madre del niño, para empezar, había sido algo de una noche, pero también la hermana de uno de sus jefes… El tipo, Jonah, era un doctor de la milicia que disfrutaba hacer experimentos tanto físicos como sociales, pero también había estado lo suficientemente desequilibrado para convencer a su hermana de mantener el embarazo en secreto. No conforme con eso, había conservado el bebé cuando la mujer murió en el parto.
John raramente había salido de su habitación alguna vez, y jamás había interactuado con nadie más que ese tipo o algunos otros tutores durante los 7 años que había vivido en la casa del doctor. Para entonces había participado, involuntariamente claro está, en más de alguna ‘evaluación’ física y/o mental.
El niño tenía todo el derecho de estar jodido, pero eso no hacía la situación menos complicada para Ben.
-Yo sé, pero…-
-¡Tía Dinah!- La explicación fue interrumpida con el griterío escaleras arriba, seguido del claro sonido de golpes en una puerta.
-…Ben, ¿qué es eso?-
-Sólo está gritando- ese tipo de rabietas y episodios podían durar horas. -Y pegándole a la puerta de su cuarto. Se quiere salir.- Afortunadamente, Ben había podido enseñarle al mocoso que una puerta rota o un agujero en la pared equivalía a una buena paliza con el cinturón… Eso no significaba necesariamente que fuera un impedimento para gritar o pegarle a las cosas, de todos modos.
-…¡¿Está encerrado?! ¡¿Por qué?!-
-¡Porque estaba intentando pegarme y destruir la maldita casa! ¡¿A qué te refieres con ‘por qué’?!- Bien podrían apodar a John ‘El Destructor’… Cada maldito juguete que le conseguía al niño resultaba roto en mucho menos de una semana.
-¿Y eso es lo que haces cuando está alterado?-
-De acuerdo, ¿qué demonios se supone que haga? Tú dijiste que no le pegara.- Dinah se había puesto como loca la otra vez al verlo cachetear al niño… -Pero en serio no sabes cómo se puede poner.-
-...Te lo advertí Ben…-
-Ya sé, ya sé que lo hiciste, ¿está bien? ¿Ahora qué hago?- si es que no lo quería cerrando con seguro las puertas o pegándole al mocoso…
-...Puedo relevarte por un par de días para que puedas descansar un poco e ir a conocer a esta terapeuta de la que te hablé.- Dinah ofreció después de pensarlo un poco. Claro que sería inconveniente para las fechas con sus propios hijos, pero la situación con su sobrinito se estaba tornando preocupante.
-...¿Qué dijiste que vas a hacer por mí?- Dinah era una loquera, así que seguramente tenía muy buena idea de lo que estaba haciendo, pero él tampoco iba a acceder a lo que fuera por escuchar un par de palabras elegantes.
-Puedo llevarme a John conmigo por unos días.- En resumen.
-¿Como una niñera?-
-Lo llamaríamos un relevo y estaría supervisándolo con crianza terapéutica-
-...Muy bien.- Ben aún sentía que Dinah lo hacía sonar todo mucho más serio de lo que era. John tenía problemas, sí, pero tampoco estaba loco como para pertenecer a un manicomio. Sin embargo, tampoco es como que fuera a rechazar una niñera gratis por algunos días, y si lo único que tenía que hacer era ir a una cita con esa terapeuta… -Sólo por unos días, ¿cierto?- Después de todo, John era suyo. Dejando de lado el lado… salvaje… del niño, su hijo era perfecto; ojos azules, cabello rubio, inteligente, fuerte, saludable. Si de alguna manera todo su comportamiento y personalidad cambiara, Ben no tendría queja alguna respecto al crío.
-Obviamente.- Ella tenía sus propios hijos que no podían realmente estar viviendo en la casa mientras John estuviera ahí. Esa semana estaban con Oliver, pero no sería así para siempre.
-Podría aprovechar tres días de descanso.- Ben admitió finalmente, pero cabe recalcar que era simplemente porque ella no lo quería enseñándole una lección al mocoso. Él seguía convencido que una buena paliza podría acelerar el proceso de aprendizaje de modales.
-Tres días me suenan como el tiempo suficiente para tener al menos una sesión con la terapueta.-
-Sí, seguramente.- Para ver a la loquera, dormir, tomar una ducha, contratar a alguien que limpiara la casa…
Tres días sonaban como el paraíso.
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