-Oigan vatos, como que no me termina de gustar esto-
Leonardo cada vez se convencía más de que esa salida había sido pero muy mala
idea.
Para empezar, eso de ponerse a pistear no le cuadraba, y ahora esto de
“darle una corrida” al carro del Güero después de que los demás hubieran tomado
tanto le parecía un suicidio.
-Vato, neta que vienes de un humor…- renegó Victor- Wey, tu
jefe no se va a enterar, acuérdate que estás en “casa de Gabriel”, relájate un
chingo-
-Sí, wey, pero si pasa cualquier cosa…-
-Osea, sigue echando la sal, Leo, no hay pedo- volteó a
verlo Anya- Ya bájale, caray-
-Pues sí, morra, bien agustito que lo
dices desde ahí atrás- y es que ella iba sentada en el asiento trasero del auto
en medio del Victor y del Gabriel.
-Te cambió el lugar-
-Nombre ya que- volteó a ver al Sebas- ¿De
perdido sabes manejar?-
-¿Qué tan difícil puede ser?-
-No mames…-
-Te puedes bajar si quieres, eh-
Anya se estaba cansando de estar rogándole.
-Que no te falten, parce, si es nomás una vuelta a la finca-
-Sí, acompáñanos, no seas rajón- Victor no se terminaba de creer que justo ese día al Leo
le estuviera remordiendo la conciencia.
-Como dicen ustedes por acá, parce, culo sino-
*
-Eres un pendejo, Leonardo, me cae- el
Chema repitió como por milésima vez mientras el doctor que habían llevado
terminaba de revisarle al huerco.
El muchacho se abstuvo de rodar los ojos porque no quería que le tiraran todos los dientes de una bofetada, pero todo eso era bastante injusto y no se lo iba a callar.
-Ya te dije que no fue mi culpa-
-¡Cállate!- nomás le faltaba ponerse
hocicón.
-Pos esque…-
-¿Te puso alguien una fusca en la cabeza?-
-Pos no, pero…-
-Ah, entonces nadie te obligó y sí fue culpa tuya-
El muchacho ahora sí rodó los ojos
-Ya no me hagas gestos, pinche huerco,
que ya estás metido en un pedote bastante grande-
-Si será imbécil usted- el Titi no se
aguantó y se acercó para soltarle un zape a Gabriel. quién emitió un quejido de
dolor- ¿Y vos qué mirás?- espetó al médico que estaba revisando al pelado- A lo
suyo, mijo, hágale que para eso le pago-
-Pos nosotros no pensamos que…-
-No, que va, ¡Si ustedes nunca piensan,
montón de bobos!-
-Te mamas, Victor- el Chacorta volvió a
negar con la cabeza- Pero vas a ver llegando al rancho… si esto te dolió, en
casa te va a doler más, a ver si entiendes de una buena vez qué hay que pensar
con la cabeza de arriba antes de hacer babosadas-
-No, pa, lo que pasa es que…-
-¡Lo que pasa es que te hace falta una buena madriza, eso pasa, cómo no!-
-¿Hola a todos?- se escuchó de pronto en la sala- ¿Y esto qué o qué? No que no me dé gusto la visita, pero pos vengo del trabajo-
-Sí, ya vimos- el Chema estaba cagadísimo- ¿Tú dejas a tus huercos verles a los mayores la cara de pendejos o qué?-
-Pos les verán la que
tengan- ¿qué pedo con el tonito? –A ver, ¿qué chingados hiciste, Sebastian?-
pero le tomó un momento encontrarlo, había demasiados chamacos y hasta algunos
doctores ahí.
-Nada-
-¿Nada?- el Chacorta casi casi escupe
fuego- A ver, escuincle, dile a tu jefe que su Mustang ya se fue al carajo-
-…¿Qué chingados dijistes?-
-Que a tu pinche huerco, ya pedísimo, se le hizo bien fácil agarrar las llaves del coche y ponerse a dar vueltas por ahí-
-¡¿Que tú qué?!- rugió en la mera cara
del huerco, quien parecía más bien estar viendo de frente a un animal salvaje.
-No, Güero, no fue tampoco así…- no pareció darse cuenta de las miradas estupefactas que le dirigían el Leonardo y el Victor, ellos nunca le hablaban por su nombre a sus papás.
-¡¿Y entonces?! ¡Porque a mí me están diciendo que mi carro ya se chingó!-
-Pos... Sí, pero…-
-Ven para acá- al Güero le valió madres el doctor y levantó al chamaco del brazo, ignorando el berrido de dolor que recibió en respuesta.
-¡Auuu! ¡No, espérate!- Sebastian no
forcejeó porque de tonto se jalaba con ese brazo, pero si por él fuera ya
estaría a kilómetros de ahí-
-¡¿Cuál espérate?!- el tipo ya estaba
quitándose el cinto mientras prácticamente arrastraba el chamaco escaleras
arriba- Chingado huerco-
-¿Qué pedo? Le va a terminar de romper el
brazo-
-No te metas, Victor- el Chacorta no
estuvo tampoco muy conforme con la escena, pero no se podían exactamente meter
y mucho menos para contradecir al pinche Güero, ese vato eras más terco que una
mula.
-¿Esque qué le pasa?- Leonardo también
estaba sacadísimo de onda, el tipo ni les había preguntado cómo estaban y ya le
andaba pegando al Sebas por el carro
-A ver, Leonardo, en la casa platicamos
tú y yo-
-Esque no mames, Chema- en chinga le cayó
un manazo en la boca. Bien, al parecer eso de llamar a los papás por su nombre
no le funcionaba a todos…
-A mí no me andes hablando así, y es “Papá”
aunque te cueste más… Pinche chamaco igualado- renegó el Chema- Ni que fuéramos
amigos-
-Pos no, yo no tengo amigos de 50 años-
el Chema levantó la mano como para soltarle otro manazo, pero Leonardo se medio
cubrió y le dio chance de controlarse.
-50 años… Ya quisieras-
Estaba tan emocionada por esto, me encanta como escribes, o sea lo que sea, i need more, ya quiero saber que onda con estos huercos, en verdad siemmpre me tienes en un hilo.
ResponderBorrarLlegó la hora de rendir cuentas, ¡Pobres muchachos! Pero pues quién los manda.
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