jueves, 23 de enero de 2020

Adaptándonos, capítulo 1


Mikael Mikaelson maldijo por lo bajo cuando sonó la alarma de su celular. Maldita sea, ya iba tarde… de nuevo.

-¿Sabes qué, Esther? Tengo que colgar-
-Ah, ¿sí? ¿Y por qué, según tú?-
El hombre se mordió la lengua para no contestar como quería.
-Porque tengo que recoger de la escuela a los niños- “A tus hijos, vaca estúpida...” completó mentalmente.
-¿Qué esas escuelas carísimas donde los tienes no ofrecen transporte?-
-No, lo único que faltaba… No voy a discutir contigo si paso o no por los niños- colgó y gruñó por lo bajo mientras iba y tomaba las llaves de su auto. La tipa se iba hace tres años sin siquiera avisar, se desaparecía por un dos enteros y después regresaba como si nada a dar problemas acerca de un divorcio y la “custodia” de sus hijos… Lo cual no estaba realmente a discusión. A él no le importaba si ella había dado a luz a cada uno de ellos, Mikael había trabajado cada segundo del día, incluso desde que no tenían más que una pequeña granja en Noruega, para que esos niños pudieran comer… Eran de él y no iba a estarlos prestando a nadie ni por una semana ni por un día ni por una hora siquiera.
Aún faltaban más de 40 minutos para que los niños salieran, pero quería poder estacionarse y bajarse a esperarlos en lugar de hacer fila en el auto. Era la peor tortura estar atrapado en el auto rodeado de todas esas madres histéricas tocando la bocina de su auto como desquiciadas para apurar a sus niños.
Se apresuró lo más posible después de haber perdido el tiempo en esa estúpida llamada con su estúpida ex esposa y, afortunadamente, alcanzó un lugar de estacionamiento. Tomó su teléfono y bajó del auto para esperar a sus hijos donde siempre, por supuesto, encontrándose con Bruce, Diana, Oliver y Dinah esperando a sus mocosos.
-¿Un mal día?- Bruce aventuró al notar la expresión en su rostro.
Mikael simplemente rodó los ojos. A ellos los había conocido casi por casualidad al llegar al país  después del nacimiento de Rebekah y Kol y, afortunadamente, habían podido hacer negocios y vuelto la situación más llevadera. Además, de alguna extraña manera, habían llegado a considerarse algún tipo de amigos, lo cual realmente no le venía nada mal en ese momento.
-Mal año-
Afortunadamente, antes de que alguno pudiera hacer más preguntas, sonó el timbre que indicaba la libertad de los mocosos. Los primeros en llegar, como siempre, fueron el pequeño crío de Dinah y Oliver junto con los dos más pequeños de él. Le daba una extraña punzada el hecho de que fueran tomados de la mano y riendo como trillizos malvados mientras se acercaban a ellos y prácticamente arrojaban sus mochilas al piso en la espera de sus hermanos mayores. A decir verdad, tanto Dinah como Oliver y él habían estado preocupados de que el primer año en primaria fuera “complicado” para los pequeños, pero aparentemente sus preocupaciones habían sido del todo innecesarias… Los chiquillos lideraban el caos en su salón de clases.
El hombre intentó con todas sus fuerzas no rodar los ojos ante los planes que los niños estaban haciendo para el siguiente receso. En verdad el día había sido un asco desde el primer minuto; se había levantado tarde, Finn no había querido desayunar, Kol había tirado parte de su jugo sobre la playera del uniforme, Rebekah no se había querido atar el cabello y Niklaus había dejado la mochila en casa… Por lo que se habían tenido que regresar y perder casi media hora… Después de trabajar casi toda la mañana, al menos en su estudio en casa, había recibido esa estúpida llamada de Esther exigiéndole, de nuevo, que dejara a los niños con ella el fin de semana, lo cual ni había sucedido antes no sucedería alguna vez… Así que sí, había sido un día nefasto. Por supuesto, siempre podía ponerse peor…
-Mikael- la mocosa hija de Oliver lo “saludó” mientras llegaba con el malcriado más joven de Bruce- Dice la Miss que si puedes ir al salón-
El hombre frunció el ceño inmediatamente, siempre fatalista.
-¿Pasó algo?-
-No, pero dijo que estaba viendo unas cosas con Nik y que si podías ir- le “explicó” el otro niño.
-Nosotros nos quedamos con los niños en lo que sales- ofreció Dinah.
-Gracias- masculló el hombre un poco fastidiado.
Mikael rodó los ojos ahora sí mientras cruzaba la enorme escuela. Justo lo que necesitaba, una estúpida reunión sorpresa con la maestra de su hijo de 8 años.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario