Pero por más ligero que el chamaco fuera
y por más fácil que sonara, el Chema tampoco pudo traerlo todo el día con él.
Lo bueno de esa zona de la ciudad es que la tenía en prácticamente comprada y podían andar en público como Juan por su casa, lo malo era que precisamente por eso Rutila se tomaba su tiempo en cada mugrosa tienda. Aprovechando que los niños en teoría ya habían comido, ella y el Chema decidieron pasar primero por la ropa de invierno, pero vaya que la Rutila estaba abusando, se había pasado casi una hora viendo nomás la primera tienda... Obviamente antes de salir de ese lugar, la Rutila ya le había pasado al Chema la pañalera y el bebé, por lo que el Leonardo ahora iba caminando y con peor jeta y actitud que antes, si es que era posible... Ya llevaban varias tiendas y en cada una era la misma escenita cada que Rutila le pedía que se probara algo o que la acompañara a ver, y siempre que cambiaban de local era la misma cantaleta de "Ya me quiero ir" y "Estoy aburrido."
-Pos nimodo- soltó el Chema al salir de la
quinta tienda- Yo también, pero todavía no nos toca, así que órale, deja de
rezongar- ordenó medio de malas.
Si no tuviera cargado al Chemita, ya hubiera
agarrado el brazo del otro huerco para llevárselo a la tienda de al lado sin
tener que andar negociando, porque la neta es que se estaba cagando con tanta
repeladera, pero tenía las manos llenas en ese momento. A él tampoco le gustaba
estar ahí como pendejo, claro que preferiría irse a su casa, pero la Rutila lo
quería ahí con los niños para que pudiera medirles la ropa lo más rápido
posible cuando les encontrara algo.
-¡No quiero estar aquí!- el Chema le peló los
ojos, pero al Leonardo le valió madres.
-Bájale, escuincle- le zurraban las escenitas en
público- Y órale, camínale antes de que te lleve de la oreja-
-¡QUE NO!- gritó haciéndose para atrás y
tapándose las orejas.
-Pos entonces vámonos con la Rutila, pero como
vas- lo apuró, y esque, con tal de aprovechar el tiempo, la Rutila se había metido
luego luego a buscar qué ropa les podía quedar a los chamacos en lugar de
esperar a que el Chema los convenciera.
Pero en lugar de hacer lo que le convenía y
obedecer, el Leonardo se metió entre la gente y se largó de ahí corriendo.
-¡Chingados! Méndigo huerco...- masculló el
hombre saliendo tras él con todo y bebé. Rutila lo iba a colgar.
Leonardo, por su parte, no estaba pensando en la
Rutila para nada, y esque más bien no estaba pensando, sólo sabía que se sentía
muy mal pero no le dolía ni el estómago ni la cabeza ni la garganta... Ese día
no le estaba gustando para nada, desde que se había levantado había tenido que
hacer cosas que no le gustaban como probarse ropa o ir a lugares que le
aburrían mucho como la casa del papá de Rutila y a las mil tiendas que habían
tenido que ver... Estaba cansado y además molesto, no era justo que en su
cumpleaños se la estuviera pasando tan mal.
-¡Leonardo, ven para acá!- afortunadamente para
el Chema, el huerco pasó corriendo junto a la entrada donde había dejado al
Toro cuidando- Toro, cuídame al Chemita- la entregó al bebé casi casi como si
fuera un balón antes de salir corriendo de nuevo tras el otro escuincle.
Leonardo, por su parte, estaba ignorando
completamente los gritos de su papá y, sin darse cuenta, ya había cruzado casi
medio centro comercial cuando se topó con unas bolsas que alguien había dejado
en el piso y se tropezó con todo el vuelo que traía. Aunque el niño alcanzó a
poner las manos para no darse de cara contra el piso, sí que se pegó muy fuerte
en la rodilla y en el codo, distrayéndolo completamente del porqué o para dónde
iba corriendo.
Apenas el niño estaba procesando lo que
acababa de pasar cuando sintió un brusco jalón en el brazo.
-¡¿Bueno, a ti qué chingados te pasa?!- el Chema
le rugió prácticamente en la cara una vez que lo levantó.
-Ay…- el Leonardo se quejó y trató de
sobarse, le dolía mucho la rodilla… Sin embargo, no tuvo ni oportunidad de
agacharse cuando el Chema lo jaló antes de levantar la mano y dejarla caer lo
más fuerte que pudo en la parte trasera del huerco- ¡AUU!- de pronto el dolor
de la rodilla le parecía nada como por arte de magia.
-¡Te estoy hablando, Leonardo!- le
zarandeó el brazo donde se había pegado en el codo antes de comenzar a soltarle
varias palmadas durísimas y resonantes en el trasero. Si había algo que al
Chema le zurraba era que el chamaco ese se hiciera wey cuando le hablaba, y
peor que eso es que en lugar de hacer caso se largara corriendo, porque ni de
chiste era tampoco la primera vez que se la hacía.
-No!- el escuincle se comenzó a retorcer, pero el Chema tan
sólo lo agarró más fuerte.
-¡¿Cómo chingados se te ocurre arrancarte corriendo así?!-
-¡Auuu! ¡No!- en lugar de responder, el niño se
tapó con su mano libre para prevenir más golpes, y esque además de no
habérselos esperado le estaban doliendo muchísimo, lo suficiente como para
sacarle lágrimas.
-¡¿No qué?!- el hombre le soltó una tanda
particularmente punzante en los muslos- Pinche huerco... ¿En qué fregados
pensabas? ¡No te puedes largar corriendo cada que se te pegue la gana,
¿estamos?!- y esque no estaban en el patio de la casa, ahí en el centro
comercial estaba muy peligroso que los chamacos anduvieran solos.
Para ese momento, al Leonardo ya le temblaba el labio y traía las lágrimas escurriendo por toda la cara, el Chema le había pegado bien fuerte y aparte seguía como espantado de haberse caído.
-Me duele el codo…- musitó como pudo, sorbiendo mocos y tratando de limpiarse con la manga.
-Con una chingada...- no estaba para chantajes-
Ya vámonos- lo agarró fuerte de la muñeca y echó a andar rumbo a donde había
dejado al Chemita.
El niño se quejó por lo bajo, ya sabía
que a lo mejor no estaba bien irse así, pero ese día estaba siendo de lo más
feo y aparte se había caído y se había pegado y en lugar de preguntarle si
estaba bien, el mugre Chema iba y le pegaba más…
-Apúrale- el hombre apresuró el paso,
tampoco quería que la Rutila se diera cuenta que la habían dejado ahí en la
tienda.
-Déjame- el Leonardo iba llorando, pero al Chema
no le conmovía mucho tampoco, si se merecía las que le había dado y hasta más
por agarrarse corriendo como lo había hecho. Que antes dijera que no le había
bajado los pantalones...
-Ya cállate, Leonardo. Antes di que te fue bien-
tampoco iba a armar un show en plena tienda.
-Esque ya...-
-Sí, ya te quieres ir, ya sé- repuso de malas,
si sí se había cansado, como corría ese escuincle…
-Esque no quiero estar aquí hoy- empezó a
forcejear para que lo soltara. No le gustaba ir a comprar ropa y menos en su
cumpleaños.
-A mí me vale madres- le dio un jalón para que
ya se aplacara- Y pobre de ti donde te vuelvas a ir así porque te encasqueto
una correa para niños-
-¡No!-
Al acercarse con el Toro, el Chema se dio
cuenta de que no traía al bebé.
-¿Y ahora? ¿Qué pedo con el Chemita?-
-Perdóname, Chema… Esque empezó a llorar
y le tuve que hablar a la Rutila-
-Me lleva- maldijo para sí. Ahora sí la
Rutila iba a estar cagadísima- ¿Ya ves, chamaco? Lo que pasa con andar con tus
tarugadas- renegó bastante molesto, sólo para enojarse más cuando el lloroso
huerco le sacó la lengua en respuesta- ¿Mucha pinche risa o qué?- volteó a
fulminar al Toro con la mirada, quien de inmediato se puso serio.
-No, Chema, no es eso…-
-Mira, ya, me vale madres lo que haya
sido. ¿Te dijo algo la Rutila?-
-Sí, que los veía en la última tienda
donde habían ido porque le quería probar una chamarra al Leo-
Con una… ya podía irse haciendo a la idea
de que iba a dormir en el sillón esa noche.
-Está bueno- se pasó la mano libre por el
rostro antes de voltear a ver al chamaco muy a fuerzas- Ya oíste, vámonos
órale-
-Pero…- comenzó entre lágrimas.
-Vuélveme a decir que ya te quieres ir y
te llevo con el policía de la entrada- al que también tenía comprado- Para decirle
que te lleve porque te estás portando mal-
-Ándale, para de paso decirle que eres
narco-
Al final la cago el Chema , me da penita leo ojalá se enteren de su cumpleaños y por fin lo hagan afrition de su fiesta
ResponderBorrarTerry
Pero que huevos tiene el leo jajajaj
ResponderBorrarBuen capi
OMG, pobre little Leo!! Denle pastel!!! jeje. Love this!
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