martes, 30 de octubre de 2018

Bastian, capítulo 2


Está de más decir que el camino a la casa fue tenso y silencioso. El tal Asphen traía una cara de ira contenida que no podía ni disimularla…
Convencer a los guardias de que en efecto era mi tutor legal no fue difícil una vez que volvió en sí. En mi defensa, ni siquiera sabía que tenía fotos de los papeles de adopción en su teléfono, no es algo que me hubiera imaginado…


Una vez que llegamos a la casa, el tipo se bajó del auto azotando la puerta y, después de tomar varias respiraciones profundas, abrió la puerta trasera y desabrochó el cinturón de mi asiento.

-Mi mochila- me atreví a hablar cuando me llevó prácticamente arrastrando de la mano hasta la puerta.

-¿A quién le importa la estúpida mochila?- esa era una mala señal, él nunca decía malas palabras- Mañana ni siquiera tienes escuela- no había pensado en eso, pero nada sonaba peor que pasar dos días enteros con él.

-Esque...- mis libros para colorear y las crayolas estaban en la mochila.

-¡¿Esque qué, Sebastian?!- el simple hecho de que de nuevo hubiera levantado la voz me dejó helado- ¿No te basta lo asquerosamente mal que ya te has comportado hoy?-

El labio inferior me empezó a temblar, y esque justo en ese momento no sabía si lo prefería gritándome o ignorándome.

El hombre se dio cuenta de que estaba a punto de armar una escena más y exhaló pesadamente, abriendo la puerta y entrando conmigo de la mano.

-Mira, quizás no hemos sido exactamente cercanos…-

Lo miré estupefacto, ¿y esque acaso era mi culpa que en todo ese tiempo no le hubiera interesado ni un poco?

-…Pero eso va a tener que cambiar, porque tu mamá está ocupada estos días y yo no quiero este tipo de escenitas a diario-

Me le quedé viendo tan cansado como triste… No era justo que mi mamá me hubiera abandonado (porque en ese momento, para mí eso había hecho) y tampoco era justo que de un día para otro el tipo ese me quisiera estar diciendo que hacer.

-¿Entendido?-

Asentí de malas, pero vaya que fui del todo menos amigable el resto del día.

*

-No comprendo cómo es que un simple tropiezo terminó en esto- el tipo renegó mientras sostenía mi mano izquierda para que no la quitara.

En lugar de brindarle la explicación que para ese punto se merecía, no hice más que seguir llorando a intentar inútilmente soltar mi mano. La odiosa medicina que me estaba poniendo en la mano ardía mucho y ya me llevaba aguantando el ardor en la otra mano y las dos rodillas. Además de sentirme estúpido me dolía mucho, y eso más estarme muriendo de sueño no hacían la mejor combinación, es decir, ya pasaba de la media noche.

-Niño, te estoy hablando- ya ni siquiera sonaba molesto, sino más bien como resignado. Ya se había hecho a la idea de que no tendría mucho descanso como a eso de la media tarde.

-Me tropecé con las piernas del jardín- sorbí mocos. El patio era muy grande, y había un espacio que era más que nada decorativo, estaba adornado con diferentes plantas y flores, pero también con algunas rocas y azulejos.

La tarde no había pasado de la mejor manera para ninguno de los dos, yo había sido de lo más grosero y él se lo había pasado de lo más incómodo, además me había negado rotundamente a cenar y a hablarle en lo absoluto, porque además de todo y para terminal de enemistarnos, el hombre se había negado a bajar mi mochila del auto y en ese momento de mi vida mis crayolas y libros de colorear eran lo más preciado del mundo... Por supuesto que, después de la tarde más larga de mi vida, apenas entró a su recámara para acostarse, yo bajé lo más silencioso que pude y salí rumbo a la cochera por la puerta del patio... Mi horror comenzó cuando me di cuenta que no había tomado las claves y quise regresar por ellas... Lo más inteligente hubiera sido atorar la puerta con una rama o algo, pero al salir estaba tan emocionado con la idea de recuperar mis cosas que jamás pensé que me fuera a quedar afuera.

Ahora, yo sabía que era una colonia segura y por supuesto que no era ni de chiste la primera vez que tendría que dormir afuera, pero el hecho de no conocer mucho el lugar y aparte la gran tormenta que cayó no mucho después vaya que al final lograron asustarme más de lo que hubiera querido, sobretodo cuando al estar por ahí caminando para tratar de distraerme me tropecé con las estúpidas rocas esas extrañas que mi mamá tenía para decorar el jardín.

Otra grandiosa idea que me hubiera encantado que se me hubiera ocurrido habría sido aprovechar que ya estaba dentro del terreno para ir a tocar el timbre de la casa, pero claro que en lugar de eso entré en pánico y comencé a arrojar piedras a las ventanas cuando ya estaba lloviendo demasiado.

Como si ser despertado con una ventana rota en plena tormenta no fuese lo suficientemente agradable, el tipo ese que me estaba "cuidando" sólo se enfureció aún más que en la tarde cuando me vio ahí afuera empapado, llorando a moco tendido y con sangre y raspones en las rodillas y las manos.

Obviamente no me ayudó a tranquilizarme el hecho de que, en lugar de decirme cualquier cosa, él sólo gruñó por lo bajo y me llevó casi arrastrando de la mano hasta el baño, donde me metió a la regadera con todo y ropa tan sólo para después dejarme que me la quitara para bañarme bien y sentarme en el borde de la tina para empezar a limpiar las cortadas.

-Ya está- exhaló resignado, se le notaba que se estaba muriendo de sueño. El tipo se levantó y guardó todo en el botiquín del baño- Ahora sí me voy a quedar vigilándote hasta que te duermas, esto no es posible- renegó mientras el labio inferior me temblaba aún más. Sabía que estaba fastidiado de más, porque era la única manera en la que alguien podría no sentir lástima de mí en ese momento, es decir, tenía que estar de lo más exasperado o de plano no tener alma para no sentirse mal al verme ahí con los ojos rojos, la cara empapada y el labio temblando sin control alguno.
Al pensar bien mis opciones, no me quedó más que levantarme y tomarle la mano. Al menos por el momento prefería irme a mi cuarto, ponerme la pijama e irme a acostar aunque fuera en compañía de ese tipo que quedarme afuera con la lluvia, el frío y la obscuridad.

Mientras que definitivamente no nos hablábamos mucho ni éramos los mejores amigos del mundo, al menos noté que, aunque con mucha dificultad, recordaba ciertas cosas básicas, como revisar que la ventana de mi cuarto estuviese cerrada, que tuviera calcetines puestos al acostarme y que tuviera una botella de agua cerca por si me daba sed en la noche… No era el gran paso, pero al menos eran cosas que hacía mi mamá y que, bueno, al menos por el momento me hacían sentir mucho menos a la deriva a comparación del resto del día.

3 comentarios:

  1. Siii me encanta! La verdad que paciencia la del padre ja ja y bastian poniéndose la difícil todo el tiempo no auguro nada bueno para el. Estuvo genial el capitulo esta será una historia que voy a seguir me cautivo

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  2. Ese hombre es un santo le tienen que donar una corona jajaja

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