jueves, 27 de septiembre de 2018

De Traqueto a Niñera, capítulo 3

Por favor para esta historia imaginen que María Fernanda Yepes sigue como la Diabla, ella hacía un excelente papel
:)
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-¿Que Gabriel?- el Titi hizo una mueca- ¿Seguro?-
El guarura asintió de nuevo y el Titi no pudo mas que hacerse a la idea. Pero Catalina qué tenía que andar haciendo poniendo esos nombrecitos…
-Bueno, ya…- volvió su atención al niño- Mire, Gabriel, así va a estar la vuelta: Su mami no está, pero yo sí-
-¿Y usted qué o qué?-
Pero tan majadero…
-Pues yo soy el dueño de esta casa y de paso de usted, si a esas vamos-
El chiquillo hizo una mueca inmediatamente.
-De mí no- replicó al instante.
-De usted más, porque ayudé a…- iba a decir “hacerlo”, pero quizás el niño estaba muy chico- Pues porque soy su padre, por eso-
-¿Y qué? Si a usted ni lo conozco ni me cae bien-
Titi respiró profundamente. Eran ese tipo de miradas y comentarios los que molestaban más al hombre… Cualquier otro imbécil hasta ahí hubiera llegado de haberle hablado así, pero a este pequeño idiota… Bueno, no podía manejarlo como solía hacerlo.
El niño se le quedó viendo, el señor ese parecía como constipado.  
-Ay no, pero que pereza si van a estar así las cosas- se cruzó de brazos- Mejor háblele a mi tía Yésica para que venga por mí, ella sí me deja divertirme-
Eso sí le prendió focos rojos. ¿Cómo que su tía Yésica? Así no se llamaba la hermana de Catalina.
-A ver, momento, momento. ¿Cómo que “tía Yésica”? ¿Esa quién es?-
-Pues… La amiga de mi mamá, la que vive en el barrio con Doña Imelda- el chiquillo estaba pensando en cómo decirle quien era para que la trajera… Quizás debería de dibujársela.
El Titi maldijo por lo bajo. Sabía que Cata y la Diabla habían tenido problemas por lo de Marcial, y que Marcial había echado a Yésica de su casa… Pero ni sabía que ella había vuelto al barrio ni mucho menos que ella y Catalina eran amigas de nuevo.
-¿Yésica Beltrán?- insistió.
-Una de cabello rojo que trabaja con mi tía Ximena y mi tía Vanessa-
-Ay, no me joda… ¿Está hablando de la Diabla?-
Gabriel puso una mueca.
-Bueno, yo no le digo así…-
El hombre puso los ojos en blanco. No, por supuesto que no…
-Da igual, ¡Esa perra aquí no entra y punto!-
-¡Esa es una mala palabra!-
-Sí, ahora muy educado usted, ¿no?-
El niño iba a replicar pero justo entonces se escuchó un nuevo alboroto desde el recibidor.
-¡Ah, que me dejen pasar, tengo órdenes de la señora de aquí!-
La mueca del niño se convirtió al instante en una sonrisa enorme.
-¡Tía Yésica!- echó a correr rumbo a donde se escuchaba la mujer esa.
Pero no podía ser… el Titi no se imaginaba tanta osadía. ¿Pues qué esa desgraciada no se acordaba que ella lo había entregado a la DEA?
-¿Cómo está el niño más guapo del barrio y del mundo?-
El Titi echó a andar furioso una vez que salió de su estupefacción. Para empezar y por lo que acababa de escuchar, Catalina se había atrevido a pedirle a esa perra que fuera a su casa, y segundo, no podía creer que no sólo a ese niño lo dejaran hacer lo que quisiera y aparte la Diabla lo malcriara así, con razón tenía esa actitud como si fuera el rey del mundo… Pues ven que el chango es chiflado y todavía le aplauden…
-Bien, tía- para cuando el Titi alcanzó a ver, la Yésica esa ya traía cargado al niño y además éste estaba sonriendo como mocoso en navidad- Que bueno que viniste, hay muchas cosas para jugar aquí-
-Bonito cuadro, si el peladito está tan alto que ya casi la carga a usted- fue lo menos hostil que pudo comentar mientras trataba de calmarse. Sin embargo, fue suficiente para obtener la atención de la joven.
-Que más, Titi- con todo y el comentario no bajó al niño- Y esque usted no ha dejado de ser tan trabajador, ¿verdad?- soltó refiriéndose a la Mansión tan grande.
-No, pero usted sí se ha vuelto más descarada, ¿cierto?- se dirigió de pronto con su gente de seguridad- Por favor llévense a… A…-
-Gabriel- terminó Yésica con una mirada que no denotaba precisamente simpatía- Porque ya se le olvidó cómo se llama el niño, ¿o no? Hasta parece que no lo hubiera visto nunca…-
-Más bien a usted no se le olvide quien tiene la culpa de que no lo haya visto durante seis años- tan cínica…-
-Pues por lo que sé lo ha tenido aquí con usted un mes, ya era para que al menos se supiera su nombre-
Eso era todo.
El Titi se acercó y prácticamente le arrebató al niño él mismo tan sólo para aventarlo a la sala como Dios le dio a entender antes de regresar y tomar a la Diabla muy fuerte del brazo.
-A mí- ignoró las quejas de la chica- Me importa nada lo que sea que le haya dicho Catalina, porque usted a mi casa no vuelve más y mucho menos se le acerca a mi hijo-  
-¡Suélteme, bestia! ¡Ugh, tan grosero!- se zafó como pudo- Y no sea ridículo, Titi, que por lo que Cata me contó, yo en este ratito soy de nosotros tres la que más ha procurado al niño desde que lo sacó de con Doña Hilda-
El hombre se contuvo para no soltarle una bofetada por metiche.
-Eso a usted no le importa. Como trato yo a mi hijo es asunto mío y ni Catalina tiene derecho a meterse, menos usted-
La joven lo miró con mucho odio. Vaya que Yésica no había cambiado ni la mirada.
-Pero usted siempre igual de patán, ¿cierto? Y desde ahorita le aviso que sí, sí me importa porque cómo ve que la madrina de ese niño soy yo, y le aviso que a usted ni en el mundo lo hace-
El hombre perdió la poca compostura que le quedaba y la tomó del brazo con más fuerza que antes para comenzar a casi arrastrarla hasta la salida.
-¡Usted se fue! ¡Se fue!-
Ignorando las múltiples quejas de la chica, el dueño de la casa la sacó de ahí antes de cerrar la puerta azotándola.
-¡Tía Yésica!- el chiquillo de repente llegó corriendo para tratar de salir también. Al parecer tendría que contratar más seguridad porque ese niño hacía de su personal actual un chiste- ¡Tía Yésica, no te vayas!-
El hombre rodó los ojos mientras el crío intentaba empujarlo obstinadamente con el afán de tener el camino libre para salir como su “madrina”.
-Ya- perdió un poco de paciencia el Titi- Nimodo, ella ya se fue y me hace el favor y deja eso- sin pensarlo mucho, cargó al niño antes de que pudiese romper el cerrojo de la entrada como rompía todo lo demás en esa casa, pero al parecer eso sólo molestó más al niño.
-¡Suélteme!- comenzó a revolverse en esos brazos tan extraños para él- Usted…-


-Yo soy hasta ahora el único que lo puede cargar, que a su mamá, abuela y “tía” les rompe la espalda- ya era hora de que alguien se lo dijera. Estaba bastante alto para su edad- Y lo siento mucho si no le gusta porque ahora lo que a usted le guste o no ya no importa mucho por aquí-

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