En estas últimas temporadas del Señor de los Cielos al
Chema Venegas le salió un hijo, Leonardo, de una mujer de su pasado, y desde
que se enteró quien es su padre, el muchachito estuvo insistiendo para
conocerlo. Con un poco de ayuda de Mónica, al muchacho se le cumple y llega a
la casa del Chema, quien tampoco se esperaba la noticia para nada.
En esta historia, Leonardo tiene casi 13 años
y no ha pasado mucho desde su llegada a la casa del Chema.
.
-¡Déjame salir!-
El Toro rodó los ojos y gruñó por lo bajo. De
todas las cosas desagradables que le había tocado hacer a lo largo de la
carrera, esa era la peor…
-¡Te estoy hablando, maldito lavaperros!-
definitivamente, andar de niñero de pubertos era lo peor que había tenido que
hacer alguna vez.
Uno de los cojines de la cama del chiquillo le
golpeó directo en la cara, logrando que maldijera por lo bajo. Hace algunos
años, cuando el Chema se había llevado a vivir con ellos al Humbertito, el Toro
erróneamente había pensado que cambiar pañales era lo peor que le podía pasar…
Jamás se imaginó que años después llegaría el otro hijo de su patrón a
demostrarle cuan equivocado estaba. Qué no daría justo en ese momento por mejor
estar cuidando bebés.
-Mira, Leo…-
-¡¿Qué?!-
El Toro se abstuvo de poner los ojos en
blanco. Si el chamaco no era pesado todo el tiempo, sólo cuando se ponía en ese
plan.
-Yo ya te dije que, sin el permiso de tu papá,
yo no puedo dejar que salgas a ningún lado-
-¡Me vale madres lo que diga el pendejo de “mi
papá”!-
Al hombre casi se le cae la mandíbula al piso,
y vaya que gracias a Dios el Chema había salido desde en la mañana.
-Bájale al griterío, chamaco- echó un vistazo
a la puerta sólo por si acaso- No puedes andar diciendo eso-
-¿Y por qué no? Es la verdad, a mí lo que diga
ese tipo me viene valiendo madres. Muévete y déjame salir-
-Mira, Leo…- no sabía ni qué decirle ya- Luego
le pides permiso y vemos- salió del cuarto tan rápido como pudo.
-¡Toro!- el escuincle trató de seguirlo, pero
el jefe de seguridad de su casa cerró la recámara con llave por fuera- ¡Toro,
abre la puerta!-
El hombre respiró tratando de reunir valor. No
sabía qué podía más, el miedo al Chema si se le escapaba el chamaco o el miedo
a los destrozos que el escuincle pudiera llegar a hacer ahí encerrado.
-¡Estúpido calvo de mierda!- eso casi logró
que el Toro abriera la puerta y callase al chiquillo de una bofetada.
-¿Qué fregados pasa aquí?- el Toro maldijo
para sí al escuchar al Chema acercándose.
-Pues ya sabes, Chema, lo de cada fin de semana-
El capo de los túneles gruñó por lo bajo
mientras caminaba hacia la fuente de tanto alboroto. No sabía exactamente qué
se había esperado al llegar el huerquito a su casa, es decir, con el Chemita
nunca había batallado para nada, pero ciertamente no se había esperado pasar
por ese tipo de escenitas y rabietas cada viernes y sábado. Al parecer el
Leonardo había decidido que quería irse a vivir con él, pero eso no significaba
que fuera a olvidarse de andar queriendo salir con sus amigos de la escuela cada
pinche fin.
-Que hueva, me cae…- el hombre sacó sus
llaves.
-Me dijo calvo, Chema- matón y lo que fuera,
pero el Toro tenía sentimientos.
-Ah caray… Ni le hagas caso, Toro. Escuincle
igualado, neta…- puras vergüenzas con ese chamaco.
A pesar de que el Toro se esperaba algún tipo
de justicia divina, nunca se hubiera imaginado el tenis que voló directo a la
cara de su patrón tan pronto como éste abrió la puerta. Ni la cara de espanto
del chiquillo valió la pena contra la furia en la expresión del tipo…
-Con permiso, Chema- salió lo más rápido que
pudo de la vista de ambos.
-Yo…- el chiquillo comenzó antes de que su
“padre” le tomase de la oreja y se la jalara con fuerza- ¡Aaauuuu!-
-¡¿Pues qué fregados te pasa, escuincle?!- el
Chema había tenido un día bastante pesado como para aparte andar con escenitas.
-¡Fue un accidente! ¡Ayy!-
-Ah, ¿entonces las cosas de este cuarto
empezaron a aventarse solas?-
-Nooo, yaaa- gimoteó tratando de quitar la
mano del tipo de su oreja, le dolía mucho eso.
-Ya tú- jaló más fuerte- Me estoy hartando de
estas bronquitas pendejas tuyas- ya había tenido bastante ese mañana como para
que aparte le anduvieran cayendo zapatos en la cara.
-Peerdooon- el hombre lo soltó de malas con
tal de no aguantar una escenita peor.
-Le bajas a tu pedo de una vez, porque ahorita
al rato vienen Rutila y tu hermano a comer y no quiero estar batallando-
El chiquillo no pudo evitar verlo inconforme.
-Esque… yo quería salir- quizás su mamá
también había sido narcotraficante, pero no era una profuga. Leonardo estaba
acostumbrado a salir con sus amigos aunque llevase escoltas a cuestas, y
viviendo con su papá ni eso podía hacer. Seguía viendo a sus amigos en la
escuela, pero el tipo era tan paranoico con el tema de la seguridad que ni
salir lo dejaba si no era acompañándolo, y no es como que Leonardo se fuera a
llevar al Chema Venegas al cine con él y su grupo.
-Bueno, nimodo, es viernes y nos toca con tu
hermano- la verdad es que Rutila no tenía problema con que Leonardo viera al
Humbertito todas las veces que quisiera, pero era un poco más quisquillosa con
el Chema, tanto que en ocasiones insistía en estar ella presente durante las
visitas… Y bueno, tampoco es que al Chema le molestase la idea.
-Pues quédate con él, yo estoy muy aburrido-
quería salir y ver gente.
-Pos no, nos vamos a quedar y ya te dije, así
que ni empieces con tu jeta- de todos los días en los que podía ponerse de
rezongón, ¿por qué escogía precisamente el único día de la semana en el que
podía estar con el Humbertito?
El chamaco puso una mueca de fastidio, pero no
dijo nada. Le gustaba mucho la idea de estar con su hermanito y con la Rutila,
que siempre lo había tratado muy bien, pero es que tampoco era justo que nunca
pudiera hacer nada. Aparte, cuando su hermano iba de visita, Leonardo no se la
pasaba exactamente bien… con él sí, pero el Chema se la pasaba ignorándolo, es
decir, más que de costumbre.
Antes de que pudiera pasar cualquier cosa, la
gente de la entrada le marcó al Chema para informarle de la llegada de su ex
mujer y su hijo pequeño. algo le decía a Leonardo que ese día no iba a ser ni
la mitad de divertido de lo que esperaba…
…. …. ….
Resulta ser que el muchacho estaba en lo
cierto… si bien se había entretenido un rato jugando videojuegos con el
Humbertito y, milagrosamente, con su papá, las cosas dieron un giro del más
inesperado cuando el más pequeño se aburrió.
-Ya me cansé de estar en la tele… ¿No podemos
salir o algo?- se quejó el Humbertito.
A pesar de que el cerebro de Leonardo estaba
completamente listo para la misma respuesta terminante de siempre, el
muchachito no pudo con su cara de estupefacción cuándo en lugar de eso escuchó
clarito un “Sí, mijito, ¿Pos a dónde quieres ir?”. Y vaya que no es que le
molestara, al contrario, de tonto reclamaba, sólo que no se lo esperaba tan
fácil después de todo lo que él tenía que rogar usualmente para simplemente
poner un pie afuera.
A pesar de lo inusual de la situación, no
mucho después los cuatro ya estaban en un pueblito cercano que el Chema y su
gente tenían comprado de la policía. Al hombre le gustaban ese tipo de lugares
y aparte la gente lo quería ahí, entonces le era muy tranquilo para andar
caminando libremente como si fuera un ciudadano ejemplar. Además, era muy
práctico porque tenía un mercado y varios lugares y cosas para tener
entretenido al Humbertito y a la vez pasar el rato con la Rutila. Sirve también
que al Leonardo se le quitaba el estar diciendo que quería salir y estaba
aburrido de la casa, a ver si así ya le bajaba a su pedo…
Pero el muchacho no estaba tan de acuerdo.
Aunque a lo mejor en otra ocasión se la habría pasado de lo lindo yendo de aquí
para allá con su hermanito, ese día extrañamente no estaba de humor… Si se
dejaba arrastrar de la mano del Humbertito por medio pueblo, pero la jeta nadie
se la quitaba… Si el Chema podía andar libre y soberano por ahí, ¿Por qué nunca
lo había llevado? Siempre se la pasaba diciendo lo aburrido que estaba y al
tipo le valía sorbete, ah pero no lo dijera el Humbertito porque luego luego
“¿A dónde quiere ir, mijo?”. No era justo… De por sí muchas veces parecía que
el Chema nada más lo tenía ahí porque tenía qué, cuando el Humbertito iba y
pasaban esas cosas era casi casi como si a Leo le restregara en la cara que ya
tenía un hijo que sí le gustaba tener, que muchas gracias…
-Hey, ya te dije que quites esa carota- el
Chema le advirtió cuando estaban comiendo, y esque por lo general cuando ese
tipo de situaciones pasaban Leo trataba de no molestarse para no hartar al
hombre aún más, pero justo en ese momento no podía evitar sentirse molesto.
Leonardo muy apenas se abstuvo de rodar los
ojos, y esque no era culpa de su hermanito, pero estaba tan inconforme que
prefería regresarse a la casa a la de ya.
-Espérate, Chema, ¿que no ves que puede que se
sienta mal?- intervino Rutila y le tocó la frente, la cual se sentía normal-
¿Te sientes bien, Leo?-
-Sí, gracias- se recargó un poco en la mano de
Rutila. A veces preferiría estar emparentado con ella y no con su papá.
-Pos entonces quita esa jeta, Leonardo, neta
que contigo no se puede-
-Ay ya, Chema, ni que te afectara tanto,
déjalo-
El hombre rodó los ojos pero ya no insistió,
tampoco es como que se la quisiera pasar de pleito con la Rutila por la actitud
de puberto del escuincle. Sí lo tenía medio cansado, pero pues a lo mejor podía
sordearse y darle chance de bajarle a su pedo.
Qué bueno que se hayan animado, chicas! Las felicito!!!
ResponderBorrarMe encantó el capítulo