-Yo soy hasta ahora el único que lo puede cargar, que a su mamá, abuela y “tía” les rompe la espalda- ya era hora de que alguien se lo dijera. Estaba bastante alto para su edad- Y lo siento mucho si no le gusta porque ahora lo que a usted le guste o no ya no importa mucho por aquí-
Pero al contrario de intimidar al mocoso como se lo esperaba, el Titi recibió de pronto un manotazo en toda la cara que lo descolocó por completo. Y vaya que le dolió más el orgullo que el rostro.
-¡ME QUIERO BAJAR!-
Con una…
Eso era todo.
-¿Quiere bajarse? Bien- lo bajó pero no le soltó el brazo- Pero no va a estar aquí haciendo lo que usted quiera-
Ese día, el Titi iba a enviar cargamento. Como él pensaba que Cata iba a quedarse ese día a cuidar al mocoso, pues obviamente él había creído que podría ir a trabajar tranquilo…Al parecer no. Para colmo, ahora iba a tener que llevarlo. Y esque tampoco podía seguir descuidando su negocio, llevaba casi un mes haciéndole de vigilante en su casa porque Catalina se la pasaba de compras.
-Suélteme- el niño ese se seguía jalando.
-No, y se apura que vamos tarde-
-¡¿A dónde?! ¡Yo no voy!-
-¿Que no va? Pero claro que sí, sólo eso faltaba- sin decir más, comenzó a prácticamente arrastrarlo afuera.
Como el día en que lo conoció, el Titi nuevamente lo metió al auto a fuerzas y lo levantó… Sólo que esta vez, las patadas, zarpazos, codazos y demás se los llevó él en lugar de sus guaruras.
-¡QUE YA!- hasta el chofer se asustó con semejante gritote, pero fue lo único que pudo mantener al mocoso a raya- ¡Me tiene cansado! Deme un solo problema más, uno, y se me regresa para la casa de Doña Hilda, ¡Pero caminando!-
Y el niño no supo si fue la expresión del tipo ese o el tono con el que le gritaba… pero Gabriel a él sí le creía. Y no podía irse caminando con su abuela, no sabía ni cómo llegar.
-Así me gusta- masculló el Titi resignado cuando lo vio medio sentarse con expresión de odio en el piso de la camioneta (demasiado dramático)- Cuando se calme, ahí hablamos-
.
Pero el niño no se calmó.
En todo el día, Gabriel no se calmó. Después de varios intentos, el Titi estaba listo para asegurar que si volteaba a verlo, se iba a encontrar con el mocoso fulminándolo con la mirada. Ni siquiera se habían hablado, el niño se había resignado a seguirlo por ahí mientras él arreglaba sus pendientes.
Sin embargo, esos pendientes parecían no tener fin, porque ya habían pasado muchas horas- el niño no tenía reloj, pero podía ver que ya estaba anocheciendo- y el tipo ese seguía caminando y hablando con muchas personas como si nada.
Gabriel empezó a llorar mientras se las arreglaba para seguir caminando tras ellos. ¡Él ya estaba cansado! Llevaba todo el día sin descansar y sin comer casi nada… en todos esos lugares donde habían estado había comida y sillas, pero el imbécil que lo había llevado no se detenía en ninguna parte y a él le daba miedo perderse si se quedaba atrás… Una, porque le daba la impresión de que si se tardaba demasiado, el señor ese se iba a ir sin él; dos, porque cada persona a la que iban a ver quería enseñarles su casota y sus jardines que más bien parecían bosque; y tres, porque las casas esas eran muy grandes y además ni sabía dónde estaba, no se podía ir caminando a “su” casa ni a la de su abuela ni a ningún lado!
Y esque además los únicos momentos en los que había podido sentarse era mientras iban de casa en casa en la camioneta, y en el piso, el cual era bastante incómodo… Y ya sabía que nadie le había dicho que se sentara en el piso, pero en esos momentos se había hecho el digno y negado a estar en el mismo asiento que el otro señor, aunque justo en ese momento no le importaría para nada con tal de descansar.
Eso era mucho… Él ya no quería caminar.
.
-Señor- el Titi no pudo evitar fastidiarse un poco. Su gente sabía mejor que interrumpirlo cuando estaba negociando. Se detuvo de malas y volteó a ver al guarura.
-¿Qué pasa?-
-Señor, esque el niño se quedó sentado en el jardín y nosotros ya nos vinimos y él no ha entrado. Se quedaron dos de nuestros hombres a vigilarlo, pero por más que le hablan de ahí no se mueve-
¿Qué qué?
-¿Y qué está haciendo ahí?- pero tan extraño el mocoso ese…
-Nada, está sentado llorando y no se levanta de ahí-
¿Llorando? ¿Y eso por qué?
-Un momento- le dijo a su posiblemente nuevo socio en lo que iba a donde según esto se había quedado el niño.
No obstante, conforme el Titi se acercaba, más se daba cuenta que sus guaruras estaban en lo cierto: el niño estaba ahí sentado y llorando como si nada, y parecía que mientras más le preguntaban qué tenía, más lloraba.
-Váyanse- les ordenó a sus hombres una vez que vio que nada más no ayudaban.
El hombre se puso en cuclillas y comenzó a revisarlo como pudo, pero el niño ni parecía herido ni le contestaba ni lo miraba ni nada.
-¡A ver, Gabriel, ya!- se hartó de estarle preguntando al aire- Si no tiene nada, pues deja de llorar y se levanta, que ya es casi de noche-
El niño sólo dijo que no con la cabeza.
-¡Sí! ¡¿Cómo que no?! ¡Arriba!- trató de levantarlo del brazo, pero el mocoso empezó a llorar más y más bien se tiró al piso cuando el hombre quiso ponerlo de pie.
El Titi gruñó frustrado.
-Levántese- ordenó a punto de perder la paciencia.
Pero el crío no hizo mas que negar con la cabeza de nuevo, ahora sí viéndolo. Y maldita sea porque eso sólo lo hacía sentirse algo… como mal, casi culpable, pero de seguro era parte del berrinche del chiquillo, porque él ni siquiera le había hecho nada.
-¡Que se levante, ya! Y apúrese que tenemos más cosas que hacer-
El niño volvió a negar con la cabeza y vaya que el Titi tuvo que abstenerse de rodar los ojos. Por la mirada de sufrimiento que traía, cualquiera pensaría que hasta lo habían torturado al pobre mocoso.
Y luego todo empeoró cuando el niño empezó a llorar, pero llorar enserio… con sollozos y todo. En verdad el hombre se estaba preocupando. A lo mejor sí le pasaba algo…
-¡Estoy cansado! ¡Ya no quiero caminar!-
El hombre no se lo podía creer… ¿De verdad tanto por eso?
-¿Y se va a arrastrar o qué? Porque aquí no se puede quedar, tenemos que movernos- ya sabía que habían recorrido mucho ese día, pero parte de reanudar su negocio incluía esas tediosas visitas a los viejos socios y aguantarse el que todos quisieran presumir sus nuevas fincas y terrenos y demás. Era algo tedioso, pero nada nuevo ni para extrañarse. Al contrario de lo que pasó a continuación…
-Cárgame- su abuelo siempre lo cargaba cuando él ya no quería caminar.
El Titi se le quedó viendo estupefacto. Consideró por un instante que quizás había escuchado mal, pero el mocoso se le quedó viendo de modo que no le quedaba duda de lo que había oído.
Cualquier otro papá en su situación, hubiera aprovechado la situación, pero el Titi no era conocido por sus buenas decisiones.
-Ah, ¿ahora sí quiere que lo cargue?-
Y de nuevo, como el Titi ya se estaba dando cuenta de que era costumbre, el niño sólo empezó a hacer una escena aún mayor.
-¡Estoy cansado!-
-Le estoy diciendo que…-
-¡Ya no quiero caminar!-
-¡YA!- increíble que lo único que funcionara con ese niño fuera gritarle.
-Pues esque ya…-
-Sí, sí, ya lo oí, ya toda la ciudad lo oyó que no quiere caminar-
El chiquillo se le quedó viendo como diciendo “¿Y entonces?”.
-¿Y entonces qué pretende?-
-…Cárgame-
-¿Y así a gritos se piden las cosas? Aparte, yo no he escuchado ningún “Por favor”- iba a decir “Por favor, Papá” pero tampoco había querido presionar mucho su suerte.
Ahora el crío lo miraba además con desprecio, pero pues tocaba, que aprendiera a humillarse un poco al menos si iban a vivir juntos.
-Por favor- masculló el niño después de rato.
-¿Por favor qué?- si las miradas mataran…
-¿Por favor me cargas?- pues no era precisamente el tonito que al hombre le gustaría, pero…
-¿Y esque eso era tan difícil?- el Titi se agachó sin muchas ganas para recoger al mocoso por debajo de los brazos y cargarlo más o menos bien. No es tampoco que saltase de gusto con la idea, si las veces que había tenido cerca al niño ese día no habían sido mas que para recibir patadas, golpes o arañazos.
Pero, de nuevo, el crío lo sorprendió. Gabriel estaba para ese punto tan cansado que no le importó demasiado si el hombre le caía bien o no, y más bien le rodeó el cuello enseguida para acostarse en su hombro. Él ya no podía más.
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