Oliver regresó al comedor con menos
ánimos que antes. ¿Por qué las cosas tenían que ser tan complicadas? Seguro que si Dinah y él hubiesen estado casados, todos
los chicos habrían preferido que ella se quedase con sus custodias…
Caminó desanimado hasta su silla y tomó
asiento con pesadez. Mia, por el contrario, comenzó a recoger su lugar en la
mesa, cosa que extrañó a su tutor, pues la chica apenas y había probado bocado.
-¿Qué haces?- le preguntó extrañado,
¿acaso se sentía mal o algo así?
-Por primera vez concuerdo con Roy-
apuntó Mia, poniéndose de pie y llevando su plato a la cocina para lavarlo.
Ahora sí estaba perplejo. Mia y Roy
casi nunca estaban de acuerdo en nada. ¿Qué rayos pasaba con todos sus hijos
ese día? No podían hacer lo que les viniera en gana usando a Dinah como excusa.
Claro que la extrañaban, pero la vida sigue, ¿no?
Mia salió de la cocina y acercó su silla
de nuevo a la mesa.
-Gracias por invitarnos- agradeció
secamente sin dejar de mirar a Oliver, quien estaba boquiabierto- Hasta luego-
se despidió, echando a andar hacia la salida de la gran Mansión.
-Mia, ¿a dónde vas?- preguntó, pero no
recibió respuesta alguna- ¡Mia!- le llamó por última vez el hombre, pero la
joven lo ignoró.
Nadie más habló, ni siquiera cuando se
escuchó el portazo de la elegante puerta principal. Lo más cercano a un día
normal era la sonrisa de Thea al ver la cara tan desorientada de su hermano,
claramente diciendo “Te lo dije”.
-No les festejes nada, Thea- se
adelantó él al ver la sonrisota de su hermana- Sólo están molestos- musitó.
-Bueno, ¿y quién puede culparlos?-
añadió Moira.
¡¿Qué?! ¿Su madre apoyando a Mia
y Roy? De acuerdo, ahora sí era señal del Apocalipsis.
-¿Mamá?-
-Vamos, cariño, hasta tú sabes que esa
jovencita Dinah era todo un estuche de monerías y aun así la dejaste escapar-
repuso la mujer sin vacilación, tan tranquila como si estuviese hablándole de
su día en la empresa.
Oliver rodó los ojos a su madre y
hermana, antes de bajar la mirada hacia su izquierda para encontrarse con su
hijo más joven.
-Tú no me odias también, ¿verdad?- le
preguntó, sentándolo en su regazo.
En ese preciso momento, la alfombra le
parecía a Connor lo más interesante del mundo. No estaba precisamente contento
con su papá, sin embargo, se sintió moralmente obligado a modificar un poco la
verdad. Lo miró, forzó una muuuuuuy leve sonrisa y negó con la cabeza.
-Awww, lo sabía- exclamó, abrazando muy
fuerte al pobre chico.
-Ya suelta a mi pobre sobrinito, ¿qué
no ves que te está mintiendo para que no te sientas mal?- le señaló Thea,
cortando su filete.
-No es verdad, ¿cierto, Connor?-
replicó Oliver.
Ahora el niño se sentía un poco
incómodo… ¿cómo explicarse?
-Buenoooo…- comenzó- no te odio…-
-¡Ja! ¡En tu cara, Thea!-
Thea rodó los ojos, pero no respondió.
-Pero tampoco estoy precisamente
contento- concluyó, algo nervioso de que Oliver se fuera a enojar.
Últimamente el hombre estaba de un humor que ya ni se sabía.
La expresión de Oliver cayó un poco,
pero la verdad es que no podía esperar otra cosa. Dinah había sido como una
madre para Connor desde que llegó y, a pesar de que los dos adultos habían
tenido discusiones y una que otra ruptura, ninguna había sido tan fuerte como
esa última, donde Dinah había abofeteado a Oliver con una fuerza que Wonder
Woman envidiaría y después lo había arrojado contra un muro cuando éste trató
de alcanzarla del brazo para poder explicarse. Ese día a Oliver Queen le quedó
clarísimo que los errores que cometemos traen consigo consecuencias, las cuales
nos marcan de un modo u otro… en su caso fueron 5 dedos en casi todo el lado
izquierdo del rostro y múltiples moretones que consiguió al atravesar esa pared
tan ridículamente gruesa.
-No eres el único, campeón- fue lo que
atinó a decir, apoyando su barbilla en la cabeza de Connor, quien aún estaba
entre sus brazos.
-Bienvenido al Lado Obscuro, mi querido
sobrino- comentó Thea, bebiendo un sorbo de su té- habrá que hacer un club
llamado “No nos gustan las decisiones de Ollie”-
-Ay, sí, por favor- intervino Moira con
sinceridad- Para empezar, esos horribles niños- exclamó con suma consternación,
sin darse cuenta de las miradas de muerte que le dirigían su hijo y nieto.
.
.
Roy cerró la puerta de su habitación y
la pateó fuertemente. Había pasado una buena tarde con Dick, Wally, Kaldur y
Conner, pero apenas puso un pie en su casa y se volvió a sentir tan molesto
como antes.
Estúpido Oliver, no podía hacer nada
bien… pensaba mientras seguía pateando la pobre e inocente puerta.
De repente la puerta se abrió y, en vez
de patear la dura madera, pateó la espinilla de su mentor.
-¡Ay!- se quejó éste, haciendo una
mueca de dolor para después fulminar al joven con la mirada-¡Roy, fíjate!-
-Ups- fingió el muchacho sin poder
evitar esbozar una sonrisa de satisfacción- Oye, yo sólo estaba pateando MI
puerta cuando tú entraste sin tocar a MI habitación- se defendió.
-Resulta que TU habitación está en MI
casa- repuso el mayor.
Roy sólo le frunció el ceño.
Lamentablemente no tenía argumentos válidos contra el que Oliver acababa de
exponer.
-Como sea- musitó el adolescente,
entrando al armario para ponerse el pants y la camiseta que usaba para dormir.
Sin embargo, al salir se encontró con que Oliver no se había ido.
-¿Sigues aquí?- preguntó groseramente.
Su padre frunció el ceño al escucharlo.
-Bájale a tu tonito, que no me gusta
nada- ordenó- Ya sabes que no soporto cuando te pones así de irrespetuoso-
Roy rodó los ojos y prefirió ignorarlo,
quizás así se iría.
-Sólo quiero que hablemos- explicó
Oliver, entrando y cerrando de nuevo la puerta.
Roy se cruzó de brazos y le dirigió una
mirada de muerte.
-Pues yo no quiero hablar contigo-
declaró con tantas agallas como si la escena de hace unas horas nunca hubiese
sucedido.
-Pero yo sí- replicó su padre con
firmeza.
Roy rodó los ojos y cruzó la habitación
para tomar su guitarra. Después se sentó en la cama, recargando la espalda en
la cabecera.
-Estoy limpio- aclaró, dirigiéndole una
última mirada a Oliver antes de ponerse a afinar las cuerdas del instrumento-
si eso es lo que quieres saber-
Demonios, ¿por qué tenía que sacar el
tema de las drogas? además, en todo caso de que ese fuera el motivo de su
presencia, no es como que el chico pudiese culparlo. Hace algún tiempo, muchas
veces después de peleas o discusiones, Roy salía de la casa o se encerraba en
su habitación a inducirse una buena dosis de heroína… o de lo que tuviese a la
mano, siempre y cuando fuese lo suficientemente fuerte.
-Basta Roy, no vine por eso. Solo
quiero tener una conversación civilizada con mi hijo mayor, ¿de acuerdo?-
-Bien- decidió darle una pequeña
oportunidad. Ni siquiera tenía que ponerle atención, tan sólo hablaría y
después se iría contento de haberse hecho escuchar. Oliver era tan
egocéntrico…- ¿Qué quieres?-
A Oliver no le gustó para nada el tono
del joven, pero optó por concentrarse en lo que realmente importaba ahí. Reunió
valor y se sentó en la esquina inferior de la cama, del lado opuesto a Roy.
-Ya sé que tus hermanos y tú están muy…
encariñados con Dinah- comenzó incómodamente.
Que quede claro que a Oliver Queen no
le gustaba NADA tener que hablar de ese tema, ¿por qué? Porque la peor
pesadilla del joven millonario se había vuelto realidad: se había involucrado
sentimentalmente con alguien más.
Cuando era más joven, Oliver nunca
estaba solo. Siempre estaba rodeado de gente o cuando menos de una persona, sea
ésta un amigo de fiestas, alguna compañera, una novia… eso no significaba que
éstos le importasen. De todos modos, era mejor que estar solo; odiaba la soledad,
significaba tener que estar en compañía de él mismo y, a pesar de lo que muchos
puedan pensar, el playboy de Star City tiene consciencia, la cual no paraba de
atormentarlo y recordarle cuan vacía era su vida cuando el joven no estaba
distraído o acompañado.
En realidad, el número de personas que
en verdad significaban algo para él era muy bajo: a su parecer los demás no
eran más que instrumentos, factores para evitar la soledad y divertirse…en
pocas palabras, Oliver no era la mejor persona, pero así su vida era más
sencilla y llevadera…
Por supuesto, su experiencia en la isla
cambió muchas cosas, pero jamás pudo hacer algo por la aversión que sentía
Oliver de involucrarse emocionalmente con los demás.
Claro que quería a Dinah, pero jamás
había caído en la cuenta de cuánto.
Con sus hijos había sido inevitable no
amarlos a morir, pero la verdad es que no se imaginó que se fuera a sentir tan
mal si Dinah le faltaba algún día.
-Estoy esperando- le apresuró Roy, aun
arreglando las cuerdas.
-Sí, bueno- continuó Oliver, saliendo
de su ensimismamiento- lo que quiero decir es que… si no funcionó entre
nosotros- se las arregló para decir- no tiene nada que ver con ustedes, ¿me
explico? Me refiero a que… –
-Eso no me suena a disculpa- lo
interrumpió Roy, provocando que Oliver cambiase de una expresión nerviosa a una
indignada.
-Porque no lo es- le aclaró, sabiendo
que Roy se refería a la comida en casa de Moira- Hoy en la tarde fuiste grosero
y por eso te castigué. No tengo motivo para disculparme-
Roy giró los ojos y dejó la guitarra a
un lado. Entonces le dirigió a Oliver una mirada 100% seria.
-Yo no creo que ni Connor, Mia o yo
tengamos la culpa de lo que pasó entre Dinah y tú- confesó.
-¿No?- uff, que alivio. Al menos no
tendría que lidiar con ese tipo de casos tan complicados… no con Roy, en todo
caso. Ojala los demás pensaran igual.
-No. La culpa la tienes tú- repuso,
antes de volver a la tarea de arreglar su guitarra.
Bueno, quizás no tan igual.
Oliver exhaló con cansancio. ¿Quién
diría que al terminar esa relación sus hijos no lo iban a querer ni ver?... lo
peor es que Roy decía la verdad; había sido su culpa.
-Roy… yo…-
-Da igual- lo interrumpió él, girándose
un poco para acomodar su guitarra en el piso- Ya me voy a dormir. Vete-
Sin siquiera mirar a Oliver, Roy se
acostó sobre su costado derecho, dándole la espalda al hombre, y se cubrió con
las cobijas.
Oliver exhaló con desgano. Vaya que las
cosas no iban a estar nada sencillas y definitivamente no iba a conversar con
Roy ese día. Podía seguir hablando, pero lo más seguro es que el joven tan sólo
lo ignorase.
A pesar de ser plenamente consciente de
que Roy no lo quería ni ver, el Vigilante de Star City se sentó junto al
muchacho, más cerca de la cabecera y le acarició el cabello afectuosamente,
pero el joven lo ignoró.
Después de un rato, se inclinó un poco
y besó la cabeza de su hijo. Roy podía odiarlo si quería, pero a Oliver su
naufragio a la isla- que si bien había sido hace mucho ya, nunca iba a
superarlo del todo- le había enseñado a la mala que las catástrofes suceden de
repente. Ojala no fuese así, pero si algo pasaba con él o con Roy esa noche, al
menos el joven no se quedaría sin saber lo mucho que su padre lo quería.
Oliver se puso de pie cuando Roy ni
siquiera se movió, y se dirigió a la salida de la recámara.
-Te amo, hijo- le dijo, apagando la luz
de la habitación- Buenas noches- le deseó, sin recibir respuesta alguna, antes
de salir.
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