miércoles, 26 de septiembre de 2018

Integrando una Familia, capítulo 3

-¿Podemos verla?- preguntó ilusionado el pequeño revoltoso.
-No- intentó Oliver.
-¡Sí!- exclamó Thea de lo más contenta.
-Me estoy muriendo de sueño- se quejó Oliver.
-Pues ahí tienes una almohada- fue la única respuesta de su hermana antes de encender el televisor en el canal en el que estaban pasando la película.
Roy fue a apagar la luz y después corrió hasta quedar frente al sillón, desde donde saltó al regazo de Oliver. El arquero hizo un gesto de fastidio ante la idea de ver la película. Le gustaba, sí, pero en ese momento lo único que quería era dormir. Conducir más de cuatro horas seguidas no era tan divertido, pero claro, como Thea y Roy habían sido los pasajeros…
-Pero sólo vamos a ver hasta la mitad, después la apagan-
Thea hizo una mueca de exasperación, ¿por qué Oliver se empeñaba en seguir dando órdenes como si alguien fuese a hacerle caso?
-Ten- le arrojó una de las cobijas que había traído consigo- por si te da frío-
Su hermano le dirigió una mirada de muerte, pero se olvidó por completo de ella cuando sintió a Roy envolverle sus pequeños brazos alrededor del cuello y recargarse contra su pecho. El pequeño de siete años colocó su cabeza entre la barbilla y el cuello de Oliver, y apoyó su mejilla izquierda en su padre, de modo que podía ver la televisión aun acostado sobre él.
Ollie se dio por vencido y cubrió el pequeño cuerpo con la cobija. Aquellas “vacaciones” no serían nada sencillas. Si con Roy ya le resultaba complicado decir “no”, entre él y Thea iban a terminar de pisotear la poca autoridad que aun conservase, de eso no cabía duda.
Thea se concentró en la película. Hace años que no tenía oportunidad de verla y era una de sus favoritas. Lo mejor fue cuando Roy le mencionó que las habitaciones que ella y Ollie utilizaban en ese apartamento tenían armarios como los que aparecían en la película… quizás sonase algo infantil, pero eso lo hacía mucho más emocionante.
Como siempre que la veía, rió, sonrió, lloró y mucho más, pero había valido totalmente la pena. El control remoto lo había arrojado a los pies de la cama para que quedase fuera del alcance de Oliver y éste no apagara nada, así que tuvo que  enderezarse un poco para alcanzarlo, y de paso se estiró un poco antes de levantarse e irse a su habitación. La idea de moverse no le agradaba para nada a la jovencita, pero prefería hacerlo por iniciativa propia antes de que Oliver dijera algo como “¿Ya terminó? Oh, qué lástima… bueno, ni modo, ¡todos a dormir!”. Sin embargo, su sorpresa fue enorme al no escuchar ni una señal de vida proveniente de su hermano. Un poco confundida, decidió echarle un vistazo a Oliver.
Thea no pudo evitar que una conmovida sonrisa se apoderase de su rostro al encontrarse con semejante cuadro.
La joven se puso de pie y fue a su habitación por su teléfono celular, con el cual tomó varias fotografías. Frente a ella, en el pequeño y suave silloncito lounge atrapado entre la cama y la cajonera, ambos arqueros dormían como si recién hubiesen pasado tres días despiertos. Oliver parecía un gorila con su cachorro por cómo acogía al niño aun en sueños  y por la forma en que sus musculosos brazos rodeaban protectoramente a su crío, quien aún estaba recostado sobre su pecho con sus brazos alrededor del cuello del hombre. Roy apoyaba el lado izquierdo de su rostro contra el pecho de Ollie, y Thea no dudaba que pudiese escuchar perfectamente la respiración y los latidos del corazón del joven Vigilante.
Después de haber tomado fotografías suficientes como para llenar un álbum, la alegre chica guardó su celular y volvió a acostarse en la cama donde estaba tan sólo unos minutos atrás, después de todo, no había razón para que ella fuera la única que no durmiese cómoda aquella noche.
-
-
Roy se despertó con un gran bostezo y restregó el rostro un par de veces contra la camiseta de Oliver. Parpadeó para aclarar la vista, pero la habitación estaba obscura. ¿En qué momento se había quedado dormido? Lo último que recordaba era estar viendo la televisión cómodamente con Thea…
“Qué más da”, pensó, encogiéndose un poco de hombros. De todas formas ya no tenía sueño. La pregunta era: ¿Qué haría ahora?
Puso los pies en el sillón y apoyó la manos en las costillas de su papá para empujarse a sí mismo fuera de los brazos de Ollie, después bajó a la alfombra tan sigilosamente como pudo. Caminó hasta la cama vacía y abrió la mochila que Oliver había dejado sobre esta. La abrió y sacó el regalo que Dinah, la novia de Ollie, le había dado la semana anterior: una ballesta de mano con dardos de succión.
Sonrió al admirarla. No era un arco y una flecha, pero aun así era bastante práctica y muy fácil de utilizar y esconder, así podía llevarla a donde fuera.
La tomó de la empuñadura para llevársela con él fuera de la habitación y…
CRASH
…ups…
-¡¿QUÉ?!- Ollie se levantó de un brinco, asustado con el estridente ruido. Thea, por otra parte, se estiró un poco y abrió los ojos.
-Cálmate, ya no estás en la isla- le aseguró al joven empresario en voz baja, de modo que sólo él la escuchase.
Oliver la oyó y recuperó un poco la compostura. Estiró el brazo y encendió una lámpara que estaba sobre la alta cajonera… bueno no era inmensamente alta, pero era más alta que Roy.
Thea se frotó los ojos y después enfocó la mirada en el niño sosteniendo la ballesta.
-Roy, sigue obscuro afuera, ¿Qué haces despierto?- le preguntó ella con un bostezo.
-Es que ya no tenía sueño- contestó, tratando de ocultar el juguete con disimulo a sus espaldas.
-Ya sabes que eso no lo puedes utilizar en cualquier parte de la casa- le reprendió Oliver, alcanzando a ver el regalo de Dinah.
-No estamos en casa- replicó Roy muy seguro de sí mismo.
-Ya, Ollie, no lo regañes- intervino Thea, más dormida que despierta- de seguro se disparó sola y lo que sea que haya golpeado no puede ser del todo imprescindible- volteó a ver a Roy- ¿Ya no tienes sueño, cariño?-
El niño negó con la cabeza, un poco apenado por lo que había hecho su juguete. Realmente la había disparado por accidente, la obscuridad no le había permitido ver bien dónde ponía la mano.
-Bien, entonces no te duermas, pero juega tranquilo- le dijo, desplomándose de nuevo en la almohada y dándose media vuelta .
-Bueno- Roy dio media vuelta dispuesto a salir a ver la TV en la televisión frente al sillón junto a la cocina que tenía la gran ventana a lado, pero la voz de Oliver lo detuvo en el marco de la puerta.
-¿Qué? No, ven a dormir- le ordenó, indignado por la forma en que Thea quería manejar las cosas.
-Pero…- comenzó a quejarse, dando media vuelta para que Ollie pudiera ver bien su mejor expresión de cachorro triste bajo la lluvia.
-No importa si no tienes sueño, Thea y yo sí y no podemos dejar despierto sin supervisión a un niño de siete años… mucho menos a ti-
-¿Y por qué a mí menos?- exigió indignado, cruzándose de brazos… fue entonces cuando por accidente se disparó otro dardo que rebotó en el muro y después provocó otro fuerte ruido, esta vez provocado por el marco de madera de un cuadro que había caído al piso alfrombrado y después se había roto en tres pedazos.
-¿Por qué será?- musitó irónicamente, alargando el brazo para tratar de tomar a Roy por la muñeca, pero éste salió corriendo antes de que pudiese alcanzarlo.
-¡Roy!- le llamó, pero fue totalmente en vano porque Roy ni siquiera miró atrás- ¡Roy!- le gritó de nuevo, saliendo tras él de la habitación.
Oliver siguió caminando hasta la cocina, donde encontró a Roy en cuclillas frente a la televisión, cambiando de canal manualmente. Había dejado la ballesta en el sofá a su lado derecho y enfocaba su atención en encontrar algo que ver.
-Oye, ¿Qué pasa contigo? Te dije que regresaras a dormir- le regañó, apagando la televisión.  Tomó la mano del niño e hizo que se pusiera de pie.
-Pero yo te dije que no tenía sueño- le contestó el chiquillo apenas prestándole atención y  tratando de alcanzar el botón de la máquina.
-Roy, te estoy hablando- le recriminó casi perdiendo la paciencia.
-Déjame en paz- replicó Roy, sin mirarlo aún.
-No me hables así. No sé qué sucede contigo estos últimos días pero si no te comportas te vas a ganar una paliza que...-
-Sí, sí, como sea - le restó importancia, rodando los ojos.
De acuerdo, Oliver había tenido suficiente. ¿Qué creía el mocoso? ¿Que estaba de broma?. Tratando de permanecer tranquilo, se echó el niño al hombro y regresó a su habitación dando grandes zancadas.
-Bájame, Ollie- se quejaba Roy, bastante frustrado mientras pataleaba y empujaba sus manos contra la espalda de su padre para zafarse.
Oliver lo ignoró hasta llegar a la cama vacía de la recámara. Destendió las cobijas y se sentó, sentando a Roy junto a él. Éste último volvió a levantarse, pero su guardián fue más rápido y lo volvió a subir a la cama.
-Basta, Roy- lo regañó en voz baja pero firme- estoy a punto de perder la paciencia. Si tú crees que por estar Thea aquí vas a hacer lo que te venga en gana, estas de veras muy equivocado- le advirtió, sosteniéndolo del antebrazo para que no intentara irse de nuevo.
Roy bufó fastidiado, mirando en dirección a su tía por el rabillo del ojo y pensando en que justo entonces sería el momento perfecto para que se levantase y le diese permiso de ir a jugar. Oliver estaba equivocado, por supuesto que no estaba haciendo lo que le venía en gana, pero eran vacaciones y quería divertirse, ¿qué tenía eso de malo?
Oliver rodó los ojos, sin ganas de discutir. Se recostó y cubrió a ambos con las cobijas.
-Yo..- trató de reclamar Roy, quien aún estaba sentado cuando le cayó la cobija encima y se la estaba quitando con la mano izquierda.
-Tú te quedas aquí. Al menos intenta dormir- le indicó, usando su pesado brazo para que Roy se recostase no muy voluntariamente sobre la almohada.
-Papá..- se quejó, tratando de mover el brazo de Oliver con ambas manos.
-Nada- interrumpió éste, utilizando su mano libre para cubrirlo de nuevo con la cobija- Buenas noches- le dio un beso en la frente, antes de acomodarse él mismo en una de las otras dos almohadas.
Roy resopló, pero trató de quedarse dormido. Trató. No obstante, todo esfuerzo fue inútil. No tenía nada de sueño ya. Al principio se acurrucó contra Oliver, pero terminó muy aburrido después de lo que le pareció una eternidad sin hacer absolutamente nada. Estuvo moviéndose bastante rato tratando de encontrar una posición lo suficientemente cómoda como para que el sueño lo acechase, pero tampoco funcionó. Al final se rindió y se estiró desde la cama para alcanzar su mochila, que estaba en el piso y de la cual sacó un par de motocicletas de juguete que Thea le había regalado hace algunos meses.
A Roy le gustaban las motocicletas, seguro se sentía mucha más libertad en una que en un auto. Quizás no era lo mismo que montar un caballo, como lo había hecho en la reserva, pero sería lo más parecido que encontraría en Star City. Además las motocicletas de juguete que Thea le había dado hacían ruidos y tenían luces que prendían y apagaban, ¿acaso había algo más genial? Lo más divertido era que al chocar con algo hacían ruido de explosión. 
-Roy, duérmete- se quejó Oliver no del todo despierto.
-Sí- respondió sin dejar de jugar.
El joven se movió para quedar de cara a la pared, dándole la espalda a Roy, pero al cabo de un rato su hijo seguía haciendo exactamente lo mismo. Prueba de ello eran los molestos ruidos que hacían las fastidiosas motocicletas de juguete que tanto usaba y las luces que éstas tenían.
-Campeón, tienes exactamente 5 minutos para guardar eso y acostarte- le advirtió sombríamente.
Cualquier otro niño hubiese arrojado los juguetes y obedecido al escuchar ese tono de voz tan amenazante, pero Roy no era cualquiera, para bien o para mal, él tenía agallas.
Así pasaron mucho más de 5 minutos cuando Oliver decidió que ya había sido más que suficiente. Hizo a un lado las cobijas y se sentó en el borde de la cama.
Roy le hizo caso omiso. ¿Oliver había decidido levantarse? Bien, quizás ya no fuese a insistir tanto en que se acostara. Bueno, eso era lo que el pobre chico pensaba hasta que el arquero tomó las motocicletas de sus manos y las arrojó a la maleta abierta frente a la puerta del armario.
-¡Papá!- se quejó Roy indignado.
Sin embargo, toda la seguridad que el muchachito expresaba en su ofendido tono se desvaneció cuando Oliver lo puso rápidamente sobre sus rodillas. En ese momento comenzó a ponerse nervioso. Ollie rara vez cumplía con sus amenazas, la verdad se había esperado que en aquella ocasión fuese lo mismo.
-Te lo pedí de mil maneras, Roy, pero o no me escuchas o no quieres hacer caso- le regañó, sosteniéndolo muy bien para que el chico no se soltase a pesar de que se estuviese retorciendo tanto.
Roy no era tonto, de hecho era bastante inteligente para su edad y por eso mismo sabía que de esta no se salvaba.
“Cálmate, que los golpes que te da Ollie ni se sienten”, pensó en un intento de tranquilizarse. Era verdad, al fin y al cabo; cuando Oliver le pegaba era ridículamente leve, más serían los nervios que el dolor.
Con esa idea en mente, Roy se tranquilizó… hasta que sintió un tremendo dolor en su pobre parte trasera que no había experimentado nunca antes. El pequeño aprendiz de arquero se tomó un par de segundos para procesar y asimilar del todo lo que acababa de suceder, pero una vez que lo hizo miró a su padre acusatoriamente por encima del hombro.
-¡Me pegaste!- le reclamó de lo más ofendido, aun sin poder creérselo del todo.
-Fue eso lo que te dije que iba a suceder si no obedecías, Roy- contestó, alzando de nuevo la mano.
Los ojos de Roy se abrieron mucho, aunque su expresión de enojo no cambió, incluso frunció el ceño aún más.
-¡NO, NO ME PEGUES!- exigió, volviendo a retorcerse para alejarse de ahí.
Oliver no podía negar lo mal que se sentía por estarle dando palmadas tan fuertes a su cachorro, pero ya no hallaba la forma de hacerle entender que le hiciera caso de una buena vez.
Al tiempo que descargó el segundo golpe, Roy dejó escapar un aullido de dolor particularmente alto. Fue cuando Oliver se alegró de tener muros a prueba de sonido, sino los vecinos podrían quejarse de estar asesinando al niño de mil maneras horribles y, a decir verdad, nadie podría culparlos. No obstante, Roy no era tan inmaculado como aparentaba, y bien se lo venía buscando ya desde hace tiempo, pero esa noche había agotado su paciencia. Golpeó dos veces los muslos del pequeño y fue cuando de los ojos de Roy comenzaron a brotar algunas lágrimas… puede que aun tuviese puesto su pijama, ¡pero el brazo de Oliver parecía de piedra! Aun así nada lo disuadió de gritarle “¡Déjame!” sin sonar muy arrepentido que digamos.
El Vigilante dejó caer dos palmadas más, cuando fue interrumpido por quien menos le convenía. 
-¡Oliver!- espetó Thea con suma indignación, sentándose en la cama- ¡¿Qué rayos haces?!-

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