domingo, 30 de septiembre de 2018

Paseo Familiar, capítulo 2

Pero, al contrario de lo que cualquiera esperaría, Leonardo no le bajó, si acaso se puso peor...
Mientras que al principio pasar el rato con su hermanito era bastante entretenido, con el paso de la tarde se volvió más bien un poco fastidioso, y no ayudaba en nada ver La sonrisa de felicidad en la cara de su papá por el simple hecho de que el Humbertito estaba ahí, a lo mejor era normal, pero no se valía que a Leonardo no lo pelara mas que para gritarle y regañarlo y al otro le bajara la luna y las estrellas... El tipo era un ojete...

-Ándale, vamos a ver los juguetes- Humbertito jaló la mano de su hermano una vez más. Ya llevaba rato de amargado, pero el niño no quería dejarlo solo, tampoco es como que pudiera verlo todos los días y quería aprovechar para jugar con él el mayor tiempo posible.

-No tengo ganas, hazte para allá- jaló su brazo de malas, pero no lo suficientemente fuerte como para zafarse.

-No seas así, vamos- su hermano rodó los ojos pero comenzó a seguirlo más a fuerza que nada.

-¿Pos qué traes hoy, Chema?- Rutila no pudo evitar preguntar mientras medio observaba a los niños desde lejos. Por lo general el Chema estaba de lo más realizado y encimoso cuando estaban juntos ellos dos, pero ese día andaba de pesado- Andamos como de malas, ¿no?-

El susodicho rodó los ojos pero se las arregló para no contestar demasiado golpeado.

-Nombre mija, ¿si quién puede estar de malas cuando están tú y el Humbertito?-

Rutila hizo una mueca de confusión.

-Y Leo, digo, porque también vino, ¿sí sabes?- ya sabía que los pubertos eran medio complicados, pero pues era normal.

-Ni me lo recuerdes, caray- puso los ojos en blanco- Ya no lo aguanto al huerco. Te lo juro que salió igualito a la pinche loca de su madre-

-Ay Chema, no mames, no digas esas cosas-

-Pos si es la verdad- que al cabo los escuincles estaban por allá viendo un puesto de juguetes- Se la pasa de jeta, para todo anda repelando, no está agusto con nada...-

-Pos porque es un puberto, Chema, así son, no lo hace adrede. Ay, aparte no seas mamón, el chamaco se moría de ganas de conocerte-

-No pos sí, se nota...-

-Pérate, pos tampoco te veo a ti saltando de gusto, digo disimúlale, el chavito estaba emocionadísimo de vivir contigo... ¿Por qué? No sé, pero pos bueno-

Cuando el Chema apenas se disponía a contestar, lo interrumpió un gran estruendo... Rezandole a todos los santos para que no fuera lo que él creía, volteó a de dónde provenía todo el argüende nomás para encontrarse con sus hijos ahí parados con toda la pinta de culpables.
Maldiciendo por lo bajo, sacó todo lo que traía en su billetera y fue a pagarle al dueño del destrozado puesto por mínimo el triple de lo que valían todos los juguetes juntos más su mueble.

-¿Están bien?- Rutila fue y empezó a revisarlos luego luego. Había muchas cosas de madera y cerámica entre lo que de algún modo habían roto.

Ambos niños asintieron con la cabeza bastante mansitos. Sí habían estado a lo mejor discutiendo algo toscos y empujándose un poquito, pero tampoco habían querido tirarle el puesto al señor...

-¿Qué fregados les pasa a ustedes dos?- el Chema no había tenido un día tan llevadero como para rematar con esa escenita.

-Fue un accidente- el Humbertito no era tonto y sabía que no le convenía ponerse de hocicón.

-Un accidente...-

-Esque sí, fue sin querer- insistió el niño.

-¿Y tú no vas a decir nada o qué?- volteó a ver al más grande, quién todavía traía cara de ofendido después de la pendejadita esa.

-Ay ya déjame, que fue un accidente...-

-¿Qué?-

-Que fue un ACCIDENTE- soltó alto y lento para que entendiera- Ranchero pendejo...-

Y eso fue todo...

Leonardo estaba de malas, sí, pero el Chema también. Había intentado ser paciente y darle chance, pero una cosa era hacerse menso con las jetas y los gestos del huerco, y otra muy diferente era ser la burla del chamaco y dejarse insultar.

Lo tomó del brazo muy fuerte y, sin pensarlo dos veces y para horror de Rutila, descargó una pesada y punzante serie de nalgadas directo al trasero del mocoso. De perdido lo hocicón se le aplacaba sí o sí, pensó soltando las más fuertes en donde los muslos se le juntaban con el trasero e ignorando las protestas de indignación del chiquillo

-Te vas callando el hocico, Leonardo- rugió exasperado. ¿Ranchero pendejo? Pinche chamaco igualado...- Y le bajas a tu actitud insoportable que ya no te aguanto, ¡ME TIENES HARTO!-

Quizás el hecho de que le acabaran de soltar una tunda en pleno mercado era humillante, pero ni de chiste la escenita lo hacía sentir ni la mitad de mal que lo que le acababan de gruñir... Si antes había pensado que ver a su papá contento nada más con su hermanito era malo, escuchar que al tipo lo tenía tan fastidiado era aún peor.

Antes de que pudiera siquiera intentar hacer algo al respecto, ya le había comenzado a temblar el labio. Vaya que era muy diferente sentir que no era bienvenido en la casa del hombre a que se lo estuvieran restregando de manera tan directa.

De pronto, y para horror del Chema, en cuestión de nada el huerco ya estaba llorando y sorbiendo mocos como si le hubiera soltado una paliza mucho peor.

Rutila se pasó una mano por el rostro y exhaló pesadamente. Bien que mal ya se esperaba algo así pronto, el pinche Chema era un bruto de lo peor.

-No mames, Leonardo, ni empieces- el Chema sí estaba sacado de onda, pero no por eso se le olvidaban las babosadas del chamaco- Ya bájale a tu pedo-

Pero a pesar de las "instrucciones" del hombre, Leonardo no se calmó, si acaso empezó a llorar más. En ese momento le valía si estaba o no en plena calle, se sentía muy triste, y esque aparte todo era tan injusto... Le apretaba el pecho, no podía detener los sollozos que comenzaba a emitir y los ojos no dejaban de arderle; no sabía cómo se suponía que le "bajara".

Su padre hizo un esfuerzo titánico para intentar calmarse un poco. Ya se daba por vencido con ese chamaco, si no quería hacer caso a que le cortara con su teatro, a lo mejor sí terminaba bajándole si no lo pelaban.

-A ver ya- tomó la mano del Humbertito y la mano con la que el otro chiquillo no se estaba intentando limpiar las lágrimas de cocodrilo antes de proseguir su recorrido por el mercado. Igual y lo que les faltaba era distraerse y ya. Ignoro la mirada fulminante de Rutila y echó a andar por ahí como si nada.

Claro que como casi todo en ese día, la estrategia no le salió para nada bien. Aunque no se armó un mega pancho como el que el Chema había visto hacer a otros niños, Leonardo tampoco dejó el berrinche pasado rato aunque nadie estuviera haciéndole caso, seguía lloriqueando y moqueando como si no hubiera mañana.

Muy a su pesar, Rutila no se había metido… Puede que no estuviera para nada de acuerdo con la estúpida manera de manejar la situación que estaba usando el idiota de su ex, pero tampoco quería desautorizarlo enfrente de los niños, no se trataba de andar confundiéndolos. Ya después se arreglaría a solas con el tipo, porque enserio que pobre chamaco, hasta cosa daba verlo tan triste, llevaba ya rato llorando tan desconsolado que el Humbertito traía una cara de puro miedo, y esque de seguro pensaba que las nalgadas que le había soltado el Chema a su hermano habían dolido como el infierno o algo así.

-Espérate, que me voy a llevar unos dulces a la casa- Rutila rompió de pronto el tenso silencio, deteniéndose en uno de los locales para tomarse su tiempo, ponerse a ver todo y empezar a hacer mil preguntas como si tuvieran todo el tiempo del mundo.

Mientras el Chema la apresuraba con la mirada, éste sintió de pronto un peso contra su costado y por el rabillo del ojo alcanzó a ver cómo el chiquillo, aunque no se había calmado para nada, ahora le había medio agarrado el brazo y estaba chillando contra éste, fácil dejando caer todas los mocos y lágrimas en su chaqueta favorita.

-Ay te esperamos en la camioneta, mija- ya había sido mucho...

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