miércoles, 26 de septiembre de 2018

Integrando una Familia, capítulo 2

-¿Ya está todo?- preguntó de nuevo Thea, sonriendo de pie junto a Oliver.
La joven vestía unos cómodos pero elegantes Capris color beige y una bonita blusa turquesa. No llevaba recogido el cabello y traía puestos unos lentes de sol. Era la imagen encarnada de la relajación.
Su hermano se enderezó y la miró con incredulidad. ¿Cómo podía estar tan fresca cuando él ya se había cansado? Ah, es verdad, ¡Porque ella no había cargado ni una sola de sus maletas hasta el auto! No señor, eso se lo había dejado todo a él… ¡Y a media tarde! Justo a la hora del sol.
-Ya- le respondió con una mirada de fastidio, a la cual ella decidió no darle importancia. En lugar de eso sonrió.
-Perfecto- aprobó la chica, subiendo al asiento del copiloto del auto deportivo de Oliver.
Éste, por su parte, la siguió con la mirada aún sin creer tanto descaro.
-Ollie, ¿Vamos a ir o no?- le apuró finalmente la universitaria, tan impaciente como siempre, pero logrando su cometido.
El joven empresario subió al asiento del conductor y echó un vistazo por el retrovisor a su hijo, sentado en el lado izquierdo del asiento trasero.
El pobre niño lucía aburrido ya y la desesperación amenazaba con manifestarse en cualquier momento. Balanceaba sus pies de atrás para adelante, uno detrás del otro; su codo izquierdo lo tenía apoyado en la puerta; la mejilla la tenía recargada en su mano; miraba con desprecio el cinturón de seguridad que lo sujetaba, limitando así su espacio en al auto…
Oliver se puso un tanto nervioso, temiendo que el chico fuese a hartarse de repente y arrancar el cinturón del auto.
-Roy- le llamó, tratando de sonar tranquilo.
-¿Qué?- contestó el chiquillo de muy malos modos, tomándolo por sorpresa y devolviéndole la mirada a través del retrovisor.
-¡Oye, no me gusta tu tono, joven!- le reprendió seriamente una vez que salió de su asombro- Y definitivamente no quiero esa actitud durante todo el viaje-
-Lo siento- farfulló el chiquillo pelirrojo algo cabizbajo, completamente apenado de haber sido regañado frente a su tía.
-Awww, Ollie, no seas tan así. Pobrecito de mi pequeño- intervino Thea, volteando a ver a Roy tiernamente.
-¿Así?- repitió estupefacto- ¿Así como?-
-¡Ay, no lo sé! Pero es tan sólo un niño. Tranquilízate-
Oliver estaba a punto de replicar, pero decidió que no ganaría absolutamente nada discutiendo con Thea… no cuando ella estaba tan calmada y él tan estresado. En lugar de comenzar una discusión que definitivamente no iba a ganar, encendió el auto y pisó el acelerador. Sin embargo, no pudo evitar cierta sensación de nerviosismo al notar en el rostro de Roy el fantasma de una satisfecha sonrisa. Bien, eso no podía significar nada bueno.
Casi todo el viaje Thea y Roy se la pasaron charlando acerca de la escuela del niño y de sus visitas al parque con su tía, mientras que ésta no dejaba que su buen humor se desvaneciese ni por un segundo. Incluso jugaron uno de esos estresantes juegos de carretera, en los que Roy contaba los autos de cierto color, Thea los de otro y Oliver los de otro, resultando ganador quien hubiese contado más.
Al llegar a su destino, Ollie estacionó el auto en el área de unos bonitos apartamentos. Él lugar era ideal para que Roy pudiese jugar: los muros eran a prueba de ruido entre una vivienda y otra, así que podría hacer todo el ruido que quisiera; afuera había una zona de estacionamiento, pero también había mucha área verde, llena de árboles, en los cuales sin duda alguna habitaban numerosas ardillas y aves.
Casi inmediatamente, Thea exhaló con alivio y salió del auto, seguida de Roy.
-¡Por fin!- exclamó con una enorme sonrisa en el rostro- ya me había cansado de estar ahí sentada- 
-Pero si era yo el que iba conduciendo, tú no tienes nada de que cansarte- musitó el arquero rubio mientras sacaba las pesadas maletas del auto y las amarraba con correas.
-¿Qué haces?- le interrogó su hermana al verlo.
-Así puedo llevar todo en una sola vuelta- respondió, poniéndose de pie y mirándola acusatoriamente.
Thea no sintió la mirada de reproche que le dirigió su hermano o, si lo hizo, decidió ignorarla. En lugar de eso, sacó las llaves de su bolsillo y echó a andar hacia las escaleras.
Oliver la siguió, aun fulminándola con la mirada. Con su mano derecha jalaba el gran montón de bolsas y maletas tras él, aun tratando de recordar porqué le gustaba pasar tiempo con ella, en primer lugar. No obstante, pronto fue sacado de sus pensamientos por una pequeña mano que tomó la suya con naturalidad.
Al bajar la mirada hacia su lado izquierdo, reparó en un pequeño de cabello rojo que analizaba el perímetro con precaución, sujetando su mano casi inconscientemente, buscando algo de seguridad en medio de ese lugar extraño para él.
Ollie no pudo evitar sonreír al notar la mirada retadora en los ojos del niño mientras inspeccionaba aquella área que desconocía por completo. Roy no era alguien que prefiriese mostrar su miedo tal cual, siempre se protegía con una actitud desafiante que decía “Aquí estoy. Te reto a que intentes siquiera meterte conmigo”. ¡Pero que niño!, Oliver estaba tan orgulloso de él…
Subieron las escaleras hasta al segundo piso en silencio, a excepción del ruido que hacían las maletas al ser arrastradas escaleras arriba. Una vez ahí, Thea caminó hacia una de las puertas más cercanas y utilizó su llave para abrir.
Oliver entró primero, ya que llevaba las cosas de todos, pero Roy se quedó junto a su tía, algo vacilante con la idea de instalarse en un nuevo lugar. No le gustaban los cambios, mucho menos cuando justo se había adaptado completamente a otra cosa.
Sin embargo, mientras le dirigía a la puerta abierta una mirada desdeñosa, Thea le puso la mano en la espalda y lo obligó a avanzar con ella hacia el interior del apartamento. La joven, completamente ajena al sentir del muchacho, no podía evitar sentirse emocionada con la idea de pasar tanto tiempo sin supervisión de adultos metiches y controladores. Claro, su hermano recién se había convertido en uno, pero eso sólo aplicaba al pobre de Roy.
El chiquillo no opuso mucha resistencia, pues en realidad luchaba por mantener los ojos abiertos. Los viajes tan largos en auto siempre le hacían sentir mucho sueño, pero no había dormido nada en todo el viaje pues había estado entretenido con Thea las cuatro horas, ¿o habían sido cinco?, en fin… bueno, al menos había comido en el camino y no tenía hambre, de otro modo su temperamento no sería tan agradable realmente.
Una vez dentro, Thea lo soltó para colocar las llaves en el llavero de la pared, mientras que Roy se encontró en un pequeño recibidor, el cual era realmente un pasillo algo grueso que dirigía al resto de la casa. Lo llamativo del sitio era que apenas entrando te encontrabas de frente con un librero no tan ostentoso hundido en el muro. Éste no era muy ancho, pero tampoco era nada estrecho, y llegaba casi hasta en techo del lugar. En los estantes del mueble reposaban algunos adornos, junto con unas cuantas fotografías de quienes Roy identificó como Thea y Oliver cuando eran más jóvenes.
El recibidor seguía hacia la izquierda del crío, donde partía en 3 caminos. El primero a su izquierda llevaba a un cortísimo pasillo que terminaba en dos puertas, una frente a otra. La de la izquierda estaba abierta y era más ancha que la de la derecha. Roy se asomó un poco, dándose cuenta así de que ésta tenía en realidad la función de armario. Cuando posó su mirada en la puerta de la derecha, no pudo evitar preguntarse por qué estaba cerrada.
-Es la recámara de Moira- le explicó su tía, posando su mano en el hombro del curioso niño.
Roy guardó silencio, aun observando la puerta. No obstante, pronto dirigió la mirada al frente suyo, donde no había ningún pasillo, sino que se encontraba acomodada una sala que consistía en un par de sofás; uno al fondo y otro recargado en el muro de su izquierda (el cual separaba el cuarto de su “abuela” del resto del lugar). Si se inclinaba un poco hacia adelante, alcanzaba a ver a su derecha un comedor de mesa ovalada y una elegante lámpara de pie. De todos modos, lo que hacía de aquella sala un gran lugar era que detrás del sofá del fondo se encontraban unas puertas de vidrio deslizantes, las cuales llevaban a un amplio balcón desde el cual se veían las luces de la ciudad. A pesar del tamaño nada limitado, se apreciaba que los muros y el mismo techo rodeaban los costados y la cima del balcón, dejando abierta sólo la vista delantera y proveyendo el sitio de privacidad.
Thea, notando la curiosidad del chiquillo, se adentró en la sala para que Roy pudiese explorar un poco más la vivienda. Una vez más al centro de la sala, fue capaz de divisar la cocina a su derecha, al llegar al final del comedor y al inicio del segundo sofá. Ésta no era ni muy grande ni muy pequeña, ocupada el centro por una barra, incluso con una puerta normal como alacena. Además, en el lugar más cercano a la sala, contra la pared que separaba al balcón del interior de la casa, había colocada una televisión de frente a la barra y, al lado derecho del aparato, había un cómodo y amplio sofá-cama que era en realidad la base de un amplio sillón con un colchón un poco más grande que individual encima. Roy no pudo evitar bostezar ante la ida de tirarse allí y no levantarse hasta el día siguiente.
-Ya dejé tus feas maletas en tu habitación- la voz de Oliver lo devolvió a la realidad, despertándolo un poco en el proceso.
-No son feas. De hecho, me parecen de muy buen gusto- se defendió Thea, restándole importancia a la molestia de su hermano mayor- ¿Tienes hambre, Roy?- le preguntó dulcemente a su sobrino, mirándolo con cariño.
Roy la miró, un poco más tranquilo después de comprobar el perímetro, y negó sinceramente con la cabeza. A decir verdad, aún se sentía satisfecho. Después de todo, habían utilizado el auto servicio de al menos tres sitios de comida rápida a lo largo del viaje.
-Entonces creo que es hora de que alguien se lave los dientes y se vaya a dormir- indicó Oliver, desde la entrada de la sala.
-¿Por qué? ¿Ya tienes sueño?- replicó Roy, quien sostenía su posición de que ahora que tenía siete años debía de ser libre de irse a la cama a la hora que quisiese.
Thea sonrió discretamente… bueno, la verdad es que trató de ser discreta, pero no lo logró. A veces le maravillaba la rapidez con la que Roy formulaba ese tipo de respuestas. Vaya que era digno sobrino suyo.
Oliver, por otro lado, no lo encontró tan divertido. Había tenido un día muy cansado y había conducido durante toda la tarde, lo único que quería era dormir.
-Sí, de hecho ya tengo sueño, así que a dormir- dictaminó, señalando con el pulgar los dormitorios que eran de Thea y él.
-Pero no quiero- se quejó el niño, frunciendo el ceño un poco.
-Pero yo sí- contestó Oliver.
-Pero yo no- replicó Roy, haciendo un mohín que a Thea le pareció adorable. ¿Acaso no era tierno cuando el pequeñito se ponía rudo?
-Pues yo sí y no tengo ganas de discutir- concluyó. Decididamente fue hasta donde estaba Roy  y lo atrapó por la cintura con el brazo derecho, de modo que lo sostenía contra su torso mientras caminaba a prisa hacia las habitaciones que eran de Thea y de él, ignorando por completo las protestas del crío.
Roy no quería irse a dormir aun e incluso trató de sostenerse a la manija de una puerta que había a medio pasillo, pero Ollie no se detuvo ni lo dejó ir, por lo que el chiquillo tuvo que soltarse a regañadientes.
Al final del corredor había dos puertas y Oliver abrió la del lado derecho, dejando a la vista una habitación algo rectangular, no muy grande pero tampoco pequeña. En la esquina inferior izquierda de la habitación estaba la puerta en un ángulo inclinado, de modo que abarcaba una pequeña parte en dos de las paredes. A la derecha de la puerta había otra puerta abierta que llevaba al baño y más a la derecha había una mesita de noche. Ya al final de ese muro estaba la cabecera de una cama, cuyo lado largo estaba recargado contra el otro muro. A los pies de esa cama había un televisor sobre un baúl rectangular de madera, y un poco más lejos de la cama y el televisor estaba otra puerta a lo que parecía un armario.
Frente a la puerta de entrada de la recámara había un muro con una gran ventana, contra el cual estaba recargado el lado largo de una cama, cuyos pies señalaban a la puerta del armario y la cabecera estaba recargada contra el muro, en la esquina opuesta a la que colindaba con la puerta para entrar a la habitación. Justo entre la cabecera de esa cama y un mueble de cajones un poco más alto que Roy, estaba colocado un sillón lounge no tan grande pero tampoco pequeño, que por cierto no lucía nada incómodo. La cajonera estaba un poco separada de la puerta de entrada, mientras que el sillón quedaba oportunamente posicionado frente a la televisión.
Los muebles eran de color café obscuro, mientras que el sillón y las alfombras eran de color beige. Las paredes también eran de color beige, pero mucho más claro, casi llegando a blanco.
Roy pataleaba para evitar que Oliver pudiese hacer que entrase a la recámara, pero lo único que logró fue casi tirar la lámpara de la mesita de noche mientras Ollie lo llevaba a la cama al lado derecho de la puerta.
-¡Roy, ten cuidado!- le llamó la atención, utilizando su brazo izquierdo para estabilizar el aparato.
El lugar le traía recuerdos al millonario, muy buenos recuerdos de cuando era niño y Thea y él pasaban un buen rato observando la ciudad desde el ventanal de la salita mientras su madre se quejaba de lo pequeño que era el apartamento.
La verdad tenía que darle un poco de crédito a Moira, aquél era uno de las viviendas más modestas que la mujer alguna vez había habitado. Si ella hubiese naufragado con él en la isla, no hubiese sobrevivido ni un día… bueno, quizás un día sí, pero una semana ni de chiste.
Al ver bien la habitación y reparar en las dos camas no pudo evitar recordar cuando Thea y él solían quedarse dormidos ahí viendo películas, pues aunque Thea tenía una televisión en su recámara, ambos disfrutaban de la mutua compañía. 
Una repentina patada en el omoplato lo devolvió al presente.
-¡Roy, ¿qué te acabo de decir acerca de tener cuidado?!- le reclamó, sentándolo en la cama.
Roy desvió la mirada, cruzándose de brazos y con el ceño fruncido. No había querido patear a Ollie, había sido un accidente. Claro que lo había escuchado advertirle que tuviese cuidado, pero él también le había dicho que no quería ir a dormir aún y Oliver no lo había escuchado en lo absoluto.
Ollie, decidiendo que estaba muy cansado como para lidiar con un berrinche, emitió un quejido de exasperación y se puso en cuclillas para abrir la maleta, que yacía en el centro de la recámara. Sacó la pijama de Buscando a Nemo que Thea le había comprado a Roy y la puso en los pies de la cama. No era su película favorita, pero la única además de esa que el niño tenía limpia era de Superman- regalo de Clark- y esa sólo la usaría su hijo sobre su cadáver. Enseguida sacó los pants negros y la camiseta de ACDC que usaba él para dormir, junto con un par de calcetines para Roy.
-Ponte la pijama- le dijo, levantándose.
-Pero, papá…- se quejó Roy instintivamente. La hora de dormir era la más difícil tanto para él como para Ollie. Roy nunca se iba a acostar pacíficamente a menos que estuviese cayéndose del cansancio y muchas veces Oliver se encontraba muriéndose de sueño pero una vocecilla dentro de su cabeza le decía que no era buena idea irse a dormir y dejar a un niño de siete años sin supervisión alguna. 
Oliver sintió como su corazón se derretía al escuchar a Roy llamarlo “papá”, pero hizo uso de toda su fuerza de voluntad para mantenerse firme.
-La pijama- repitió, señalando la puerta del baño.
Roy se levantó de mal humor y tomó la dichosa pijama, caminando después hacia el impecable baño.  Una vez que salió, Oliver ya se había cambiado y discutía con Thea, quien estaba acostada en la cama junto a la ventana con el control remoto en la mano. Oliver estaba cruzado de brazos en el sillón, con las rodillas un poco dobladas y los pies descalzos contra la cajonera, recargando la espalda en varias almohadas contra la cama donde estaba Thea.
-Yo ya me quiero dormir, Thea- 
-Pues te duermes y ya-
-Claro, y dejarte a Roy. Seguramente-
-¿Y por qué no? Soy perfectamente capaz de cuidarlo, ni que estuvieses en otro lugar o algo por el estilo, estarás justo aquí. Además, es sólo un ratito, Ollie. No seas malo, llevo AÑOS sin ver Monsters Inc-
Los ojos de Roy se iluminaron y una genuina sonrisa le surcó el rostro.
-¡¿Están pasando Monsters Inc?!-
La pregunta atrajo la atención de ambos jóvenes. Thea sonrió, plenamente consciente de que había encontrado a un cómplice. Ollie, al contrario, emitió un quejido lastimero, sabiéndose derrotado. Le gustaba la película, sí, pero justo entonces sólo quería dormir.
-¿Podemos verla?- preguntó ilusionado el pequeño revoltoso.
-No- intentó Oliver.
-¡Sí!- exclamó Thea de lo más contenta.

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